martes, 17 de abril de 2007

De sueños y pesadillas

Es extraño cómo funcionan los sueños, la misma semana en que se me cumple un sueño también ocurre una pesadilla. El sueño que se me cumplió: conocer a Miguel Bosé, por muy frívolo y superficial un sueño es un sueño; la pesadilla, ser asaltado por cuatro personas y quedar lastimado de un brazo. No es tan grave y no pasó a mayores.
Cuando un sueño se hace realidad es inevitable cuestionarte cuál es la función de los sueños, los feudianos dirán un montonal de cosas y tendrán razón en algunas. Y podríamos llegar a la conclusión de que conocer a Miguel Bosé fue el cumplimiento de un deseo reprimido (por las circunstancias) finalmente las mismas circunstancias se concatenan de tal manera en que ya no reprimen ese deseo aunque sea por los cinco minutos que duró nuestro encuentro. Es un sueño que no presenta complicaciones mayores. Pero el cumplimiento de la pesadilla es algo bien extraño, porque haya o no haya tenido esa pesadilla, ese es un miedo que todos podemos albergar en alguna parte de nuestro ser, el sueño no sólo tiene la función de "reflejar" ese miedo, sino de prepararnos para cuando esto suceda. Pues en el momento en que ves que la situación es ya inevitable, el recuerdo o el imaginario de esa pesadilla se apodera de tu mente para poder evadirte de la situación real. Esa realidad alterna se abre como una oportunidad de no sentir con todas sus implicaciones el castigo físico del que eres presa, y te otorga un sentimiento de seguridad, pues las cosas que sientes en esa realidad no tienen implicaciones verdaderas.
Tanto una cosa como la otra ocurren de una manera irreal, es decir, ni conocí a Miguel Bosé ni me asaltaron en la realidad, es el imaginario sobre este tipo de circunstancias el que se apodera del momento, no te permite verlo con claridad. Creo ahora que idealizo el rozar de la mejilla de Bosé contra la mía y el espesor de sus labios al besarme, no podría asegurar que así fue. Podría definir el tamaño de sus manos y su blancura, pero nunca estaré seguro de que fueran así en realidad pues son también parte del imaginario que guardo bajo el concepto de "manos perfectas" que sólo sirven para enfatizar la emoción sentida en el momento, es decir, seguiré sin saber cómo son sus manos. Por otra parte, el asalto deja cicatrices, mi mano es torpe al escribir pues hay secuelas de la caída, pero eso es solo un souvenire del momento que creí que no llegaría, de hecho el dolor se siente como ajeno, es natural preguntarse "¿por qué a mí?", y uno no lo hace pensado en que hubiera sido mejor que le sucediera a otra persona, sino "¿por qué me duele a mí y no al imaginario que había hecho de mí, ese al que no le duele en la realidad?". No es un afán de victimización, es sencillamente que lo que ocurrió en tu mente en ese momento no concuerda con las pruebas que la realidad te deja como recuerdo. Sería bueno que el cumplimiento de los sueños te dejaran cicatrices tangibles, y el de las pesadillas dejara un recuerdo vago y confuso...