En todo este tiempo no me había parecido prudente preguntarle a A si había leído este blog, yo le había dado la dirección para que de alguna manera sirviese como una forma de economizar el tiempo de terapia, que él mismo viera cómo es que proceso las cosas después de cada sesión. Ahora él fue quien quiso hablar al respecto e inmediatamente sentí una ansiedad terrible, tenía ganas de escudriñar cada una de las reacciones o reflexiones que le despertara cada palabra leída. La causa de que él quisiera poner el tema en la mesa fueron las dudas que planteé sobre el funcionamiento de la terapia y los límites morales del terapeuta en mi post anterior. Entonces comenzó a explicarme un poco más sobre lo que hacemos en terapia. Me explicó que el método que empleaba consistía en centrar toda la atención en mí, el paciente, y que todo lo que ahí ocurriese era en función de darme las herramientas para poder procesar de mejor manera las cosas que yo ponía sobre la mesa, sí se trata de conducir, orientar y desenmarañar sentimientos y emociones, subrayando estos dos elementos y sobre todo crear un vínculo, trabajar una relación.
Entonces yo me sentí un poco intimidado y la cabeza se me llenó de preguntas: ¿Se sintió incómodo con el blog? ¿Expuesto? ¿Agredido? ¿Cree que lo estoy juzgando muy severamente? ¿Qué hay de las imágenes? ¿Tiene alguna especie de juicio de valor al respecto? ¿Cómo se siente?
Comencé a explicarle un poco cómo habían transcurrido las sesiones anteriores desde mi perspectiva: Sí, tengo la capacidad de racionalizar lo que me pasa, puedo armar una linda metáfora sobre mi situación y encontrarle interesantes aristas, al principio quería que me diagnosticara, que me dijera sus hipótesis, y una y otra vez estaba poniéndolo a prueba. En algunas ocasiones decidí sencillamente tratar de ignorar que él estaba ahí en pos de poder armarme un discurso congruente sobre lo que me ocurría, en otras ocasiones no sabía si mientras yo hablaba él estaba pensando en su lista del súper o algo así, ahora que me confronta con el blog era algo diferente.
--¿Qué Sientes? – Pregunta—
-- Ansiedad, tengo demasiadas preguntas—
Le aclaré que al sacar este tema era como si automáticamente se hiciera un formulario en mi cabeza y que todos los puntos debían ser aclarados. En realidad me sentía ansioso porque no sabía cómo es que él había interpretado la mayor parte de las cosas que he escrito aquí hasta ahora.
--¿Por qué sigues ansioso?—
--No lo sé, al haber leído tú algo mío siento que debo justificarme, no porque no quisiera que lo leyeras, de hecho en gran parte lo escribo para que lo leas, pero estás confrontándome con algo que yo hice y me preocupa el hecho de qué es lo que está pasando en tu cabeza. —
Poco a poco contestó mis preguntas lo mejor que pudo. Pero mi ansiedad se acrecentaba al no obtener un juicio de valor sobre lo escrito, sobre el blog mismo: ¿Está bien o está mal? Finalmente lo orillé a decir que estaba bien, que es una herramienta de procesamiento útil. Hasta entonces me pude tranquilizar un poco. Sin embargo la ansiedad continuaba.
Me sugirió que me recargara y me centrara sobre esa ansiedad, que me estacionara, yo me recliné y cerré los ojos, después me hizo ver que en ningún momento separé mis piernas y brazos cruzados y seguía yo en la misma actitud. Me cerraba y la ansiedad continuaba.
El único impulso que yo sentía era el de seguir adelante, cambiar de tema, hablar sobre el libro que estoy leyendo (Galaor de Hugo Hiriart, donde me identifiqué con el personaje de Ana, la esposa del Señor de las Pieles que cambia su fisionomía de acuerdo con su estado anímico-espiritual). Pero no me lo permitió. Me dijo que me concentrara en la ansiedad, me invitó a relajarme nuevamente, descruzar brazos y piernas y centrarme en sentir la ansiedad que se representaba como una tensión en la espalda (como todo lo que se manifiesta en mí). Hice lo que dijo pero estaba ya un poco incómodo por la situación, yo quería seguir adelante, pero insistió en continuar con ello. Tras haber cumplido lo que me dijo me puse en disposición de continuar, pero volvió a insistir en que inmediatamente cruzaba las piernas y los brazos…
--¿Qué es lo que haces al cruzar nuevamente las piernas y los brazos?—
--Es como decir: “Ok, dejémonos de mamadas y ahora sí vamos a platicar de algo serio”—
-- Es lo que veo. Ahora sí me aventuraré a decirte que esto es algo que sueles hacer, sigues sintiendo lo que sientes, sin embargo decides ignorar tus emociones, cerrarte y pasar a lo siguiente, no concluyes tus asuntos emocionales.—
Esto hizo resonancia inmediatamente en mi temor al compromiso, y sí, efectivamente eso es lo que hago, cuando veo que tengo una serie de emociones encontradas, cosas que no puedo verbalizar de manera adecuada prefiero dar vuelta a la página y abocarme en las cosas que sí puedo racionalizar.
Me invitó nuevamente a enfocarme en lo que sucedía ahí. En concentrarme en el hecho de que habíamos tratado el tema del blog, me reiteró que no se sentía incómodo con lo que yo escribía y que estaba bien que lo hiciera. En realidad lo que me confrontaba era el hecho de que en realidad había tenido el interés de leerlo, era como si lo hubiera escrito con la intención de que no lo leyera.
--¿Qué sientes?—
-- Siento que te decepciono, que estás tratando de encontrar alguna especie de reacción emocional en mí de la que yo no soy capaz en estos momentos, y que la has esperado en cada una de las sesiones. Me frustra no poder llenar esas expectativas tuyas.—
-- No, Francisco.—
--Claro que sí, muchas veces cuando te estoy hablando sobre algo veo que tus ojos se humedecen más que los míos y me frustra el hecho de no poder corresponderte ese gesto.—
--Tiene que quedarte claro que sí, las cosas que me dices me atraviesan, y también siento cosas cuando tú las dices, pero eso no significa que no respete tus tiempos, estamos en medio de un proceso donde tú tienes las riendas y sólo tú decides cuándo o cómo es que procedemos, por ejemplo, me parece un gran avance que el día de hoy nos hayamos detenido en una sola cosa, que no hayamos dado vuelta a la página y que nos quedáramos un poco atendiendo algo que tienes atorado. --
--Pues me siento mucho menos ansioso, ahora que me confrontas con esto y me dices que leíste el blog y que aventuras unas cuantas hipótesis sobre mí, siento que he dejado de monologar y ahora esto se convierte en un diálogo --
La sesión terminó con una conclusión similar. Aunque comprendo que el desarrollo del vínculo que se establece con el terapeuta es fundamental para el buen encaminamiento de la terapia sigo sin comprender bien cuáles son los términos de tal relación ni cuáles son sus límites. Supongo que debe haberlos para evitar transferencias eróticas, conflictos de intereses y límites éticos. Nuevamente necesito un reglamento, aunque ya se va dibujando tácita o explícitamente.
De cierta forma siento que las sesiones anteriores han servido para establecer el marco teórico dentro del que se va a desarrollar mi “tratamiento”. Aquí es donde comienza la terapia.
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