lunes, 25 de julio de 2011

In Treatment (Sesión 17)


Tras haberle avisado a A que llegaría unos 20 minutos de retraso, llegué 40 minutos tarde diciéndole que podíamos terminar la sesión en el momento en el que él quisiera.

--¿Cómo estás?--

-- Pues corriendo, y en medio de mi crisis obligada de cuando me quedo sin dinero o sin trabajo o sin nada fijo, ya siento casi como una obligación el entrar en esta crisis siempre que me quedo sin dinero, comienzo a preguntarme las mismas cosas y a decir que debo ponerles un límite a estas situaciones, pero en realidad es más porque siento culpa por no hacer nada al respecto, pero sigo sin tomar decisiones determinantes al respecto.--

Entonces decidí darle vuelta a la página y retomar lo de la sesión anterior, porque había estado pensando mucho en mi relación con mi madre y no encontraba la manera de plantearlo, porque incluso para escribir el post anterior tuve muchos conflictos porque no quería poner en evidencia a mi madre con su problema de alcoholismo. Pero una vez empezado el camino y al haber instituido este blog y las fotografías como un medio más para la terapia me parece hipócrita no continuar por el mismo camino, aunque seguiré tratando de no poner a los terceros en evidencia.

--Estuve analizando lo que me dijiste y cuáles son las reacciones que tengo con mi madre, y no sé si tengo un reclamo en particular hacia ella, la cuestión es que sí ocurre algo extraño. Aunque ahora yo pretendo ser autosuficiente, ella trata de llenar muchas de las cosas que no tuvimos en la infancia. Siento que es una suerte de compensación porque ella muchas veces hace evidente el hecho de que se sacrifica por nosotros, por mi, sobre todo. Evidentemente yo prefiero siempre valerme por mi mismo y no depender de nadie, pero cuando ella ofrece alguna solución, por lo general es a costa de un sacrificio suyo, y yo ahí tengo dos caminos: 1) no aceptar su sacrificio para verme autosuficiente ante ella, y 2) aceptarlo sin ningún remordimiento porque de alguna manera ella se siente bien por sacrificarse y compensar la infancia tan complicada que tuvimos. Es como si estuviera pagando una deuda, yo así lo interpreto, pero no es una deuda muy grande, es como cuando alguien te hace un favor y después no tienes pudor para pedirle uno a cambio. Finalmente creo que su sacrificio la hace sentir bien, porque es un medio de liberarse de culpas--

Le conté a A cómo transcurrió mi infancia, que es como sucede en la de muchos en este país, con un padre ausente, una madre resentida que tenía que salir a trabajar para mantenernos y que saca fuerzas de donde puede, y que tuvo la mala fortuna de convertirse en alcohólica. Esto a mí y a mis hermanos nos puso en una situación muy complicada, porque por una parte, no teníamos padre (que cuando estuvo tampoco servía de mucho), pero mi madre tenía que trabajar todo el día y nosotros tuvimos que hacernos autosuficientes desde muy pequeños.

Recuerdo constantemente una escena en la que mis hermanos y yo estábamos sentados en la mesa comiendo solos, y que discutíamos en qué mano iba el tenedor y el cuchillo. Esa escena para mí es como el símbolo de cómo nos hicimos autosuficientes, cada uno llevaba información que había visto o aprendido en la casa de algún amigo y la compartía con sus hermanos para educarnos entre todos. Tuvimos que ser autodidactas.

En ese entonces mi concepción de mi casa era un lugar absolutamente vacío, yo pasaba las mañanas solo, viendo la televisión, limpiando la casa, leyendo, o haciendo cualquier otra cosa, (yo iba a la escuela por la tarde) mientras no tuve la edad suficiente para salirme todo el tiempo como lo hacían mis hermanos. Las noches, cuando mi mamá llegaba eran más o menos lo mismo, porque llegaba tan cansada que sólo se dedicaba a dormir después de contarme su historia por enésima vez.

Para mí el mundo brillante y feliz era la escuela, y ahí es donde yo me esforzaba mucho y lograba siempre mis objetivos. Ser el mejor de la clase, ser el consentido del maestro, ganar concursos de declamación, ser presidente de la sociedad de alumnos, (cuando en clase estaban viendo la multiplicación, yo ya estaba estudiando la raíz cuadrada por mi cuenta). En realidad lo que más disfrutaba de la escuela era ese nivel de reconocimiento, que los maestros me quisieran, que me pusieran estrellitas en la frente. En cambio, en casa, todos esos logros eran vacuos e insignificantes al grado que llegué al punto de no compartirlos más y preferir el mundo de la escuela al mundo de mi casa.

Entonces comencé a estructurar una analogía entre mi relación escuela-casa, con la que hago actualmente con DF-Durango. Es decir, para mí ahora el DF es el lugar donde debo probar todo lo que valgo y hacer mi carrera de una manera exitosa y brillante, pero Durango lo veo como un lugar vacío, estéril, donde no puede hacerse nada, donde por muchos logros que yo tenga por acá, a nadie le interesan y que son vistos con total indiferencia a causa de una mediocridad inherente al estar en Durango. Tal como sucedía en mi casa respecto a mis logros escolares.

Es evidente que mi frustración actual se debe a que no tengo aquí quién me ponga estrellitas en la frente por todas las cosas que hago, no recibo alguna manera análoga de reconocimiento (que ahora debería reflejarse en retribución económica)...

El punto de todo esto, respecto a mi infancia, es que sí siento que no tuve una infancia como se supone que debería ser: inconciente y feliz. Creo que llegó un punto en el que tuve que tomar la decisión entre seguir siendo un niño inconciente y feliz o ser un niño consciente y responsable; y opté por la segunda opción. De hecho no recuerdo alguna vez que haya hecho yo algún berrinche infantil, o haber jugado sin ninguna preocupación, prefería no salir, leer, ver televisión. Era un niño muy tranquilo y muy consciente.

Pero lo que sí recuerdo con mucha claridad es que desde pequeño tenía yo la certeza de que no debía estar en la situación en la que me encontraba, y que tenía que hacer todo lo posible para no estar ahí. En mi escuela había 2 clases de niños, los que venían del Fraccionamiento Guadalupe (que era un fraccionamiento normal de clase media-baja, con casas del infonavit perfectamente pavimentado y con parques lindos y todos los servicios) y los que venían de la Colonia Zapata (Una colonia fea, sin pavimentar, sucia y donde se decía que robaban y la gente era más pobre). Recuerdo que yo veía a los niños de la Zapata y sentía una gran repulsión, eran sucios y apestosos, yo creía que ellos no iban a hacer nada de sus vidas, y yo hacía todo lo posible por diferenciarme de ellos, por eso me esforzaba el triple para agradar a los maestros, por estar siempre limpio y perfumado, por llevar los zapatos limpios, como muestra de que yo venía del fraccionamiento pavimentado...

Después de escuchar estas historias, A me dijo que el tiempo se habia terminado, pero que teníamos que trabajar a "mi niño interior", así de ñoño y clichado como se escucha. Me dijo que tiene ciertas técnicas para trabajarlo y que lo haríamos, pero que no era un proceso fácil.
Para este momento, después de haber recordado esas cosas de mi infancia me encontraba en un estado bastante extraño, entre triste y desesperado.

--¿Qué te parece?-- Pregunta A.

-- Pues está bien, pero no puedo evitar sentir como si me estuvieras dando una mala noticia.--

-- Si no quieres hacerlo no tenemos que hacerlo, como siempre te digo, yo respeto tus tiempos y podemos hacerlo cuando estés listo. Yo te entiendo si no quieres llegar a esto todavía. --

-- Sí, hagámoslo. Si consideras que es el siguiente paso vamos a darlo. Pero eso no me quita sensación de que me estás dando una mala noticia. --

-- Es tu decisión.--

-- Sí, la verdad estuve releyendo mi blog, y viendo todas las reticencias con las que hemos tenido que lidiar para llegar a este punto, entonces si ya estamos haciendo esto, pues vamos a hacerlo como debe ser, aunque no sea cómodo para mí... --

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