La última sesión no fue reseñada debidamente, sólo coloqué la imagen, pues la sesión giró en torno a una reflexión sobre el cuerpo. ¿Cuál es la función del cuerpo dentro del discurso Francisco? Esa era mi pregunta. Y llegamos a la conclusión de que efectivamente explico demasiado las cosas, la explicación era algo que impedía que le diera el orden adecuado a las cosas que experimentaba. Toda la crisis que se había causado antes era por mi convicción ideológica de que las palabras anteceden a todo acontecimiento. Si mis manos pueden percibir la redondez de la tapa del vaso del starbucks que tengo en las manos no es porque lo que mis manos le comuniquen a mi cabeza que percibe ciertas características que nombramos como redondo, sino que es el concepto de redondo el que le dice a mis manos y a mis ojos cómo es que se debe representar en mi experiencia esa tapa de café, eso lo creo. Pero aún suponiendo que eso no fuera cierto sino que el proceso sea el inverso, es necesario que si los sentidos no se equivocan de algún modo nombren la experiencia de lo redondo para otorgarle sentido y quede ordenado dentro del contexto.
Digamos que es probable que existan experiencias que advienen al cuerpo y que el cuerpo no es sólo información de más dentro del sistema Francisco, tiene un papel más importante. En la sesión anterior llegamos a la conclusión de que no hay que renunciar a las creencias que tengo sobre el sistema que me hace funcional, sino que hay que añadirle un "plug-in" que se llama cuerpo que me provee de información que hay que procesar por algún mecanismo que no sea la explicación. Y durante esta sesión es que tratamos la manera de hacer funcional a ese aditamento.
Sí, tal como lo habíamos acordado, hice la labor superficial de "escuchar al cuerpo" ver cuáles eran sus necesidades, hacerme consciente de él, de qué partes me dolían, si debía o no cambiar de posición, etc, etc, etc.Ahora me preguntaba sobre la funcionalidad de dicha actividad.
Le expliqué a A lo contradictorio que resultaba para mi el procesar las cosas con alguna otra herramienta que no fuera la explicación, es un proceso casi automático, cuando tengo alguna emoción que me arrebata lo primero que aparece en mi cabeza es un gran "¿Por qué?" Y es ahí a partir del cual proviene la explicación, comienzo a tratar de darle un sentido, integrarlo a mi discurso. En algunas ocasiones, muy escasas (de hecho contadas con la palma de la mano en los últimos 20 años) la explicación misma es la que logra que el sentimiento fluya de una manera liberadora como el llanto o la explosión emocional.
Entonces recordé la última ocasión en que había tenido un arrebato de este tipo cuya explicación para mí había resultado liberadora. Cuando estaba inmerso en la producción de la obra y yo estaba batallando mucho con la resolución de muchos problemas internos, fui a ver a mi amiga P, y comencé a decirle lo desesperante que era la situación que estaba viviendo en ese momento, cuando comencé a hablar no tenía claro qué era exactamente lo que me aquejaba, sin embargo explorando la emoción llegué a la palabra "frustración" y a partir de ahí se desató una terrible lamentación sobre mi situación, no sólo respecto a las circunstancias de la obra de teatro, sino respecto a mi vida y las decisiones que había tomado hasta ese momento. Me sentía literalmente frustrado y acabado, entonces llore desconsoladamente en el hombro de mi amiga. Después de eso me sentí mucho mejor, el haber explicado que el sentimiento que tenía se llamaba "frustración" hizo que el discurso adquiriera un sentido, tal vez devastador, pero era un sentido claro que provocó que el sentimiento fluyera en forma de un llanto liberador.
Sin embargo, le expliqué a A que este había sido un caso excepcional, que asumiendo la premisa de que el cuerpo tiene ese tipo de necesidades que se pueden somatizar como un estreñimiento emocional pues por lo general cuando comienzo a explorar una emoción advenediza, y no puedo dar con el "Por qué", me pierdo en la explicación o tal vez no doy con la palabra precisa que ayude a que exista el arrebato emocional cuya finalidad es una liberación, sí le doy un orden, es como ir al baño.
Entonces por alguna razón regresé a hablarle de mi sistema de reglas, bueno, es algo que está profundamente ligado a la palabra, pues para mí el mundo funciona en el sistema de reglas llamado lenguaje. La cuestión es que cuando no me es dada la estructura "gramatical" de alguna situación, relación o acontecimiento (su sistema de reglas), entonces comienzo a tratar de dilucidarlo, entonces me creo un sistema de reglas a su alrededor, un sistema que funcione de acuerdo con el que ya tengo clavado como un chip en la cabeza, y que las cosas salen de control cuando la realidad no encaja en ese sistema de reglas.
Entonces creo que mi problema no es una cuestión de represión de sentimientos, sino de atoramiento de conceptos, es decir, la mayoría de las veces no puedo identificar cuál es la palabra certera que le dará expresión a un sentimiento, sí, hay emociones inexpresadas, no hay represión.
Creo que A se dio cuenta de que estaba inmerso en un círculo sin salida, entonces fue que, en contra de lo que había estado haciendo hasta el momento y tal vez rompiendo alguna regla del método que ha estado llevando conmigo, decidió exponerme finalmente su método. Y eso realmente hizo que las cosas tuvieran sentido.
Entonces analizamos juntos y muy fríamente los bemoles de dicho sistema, cosa que me parecía cada vez más fascinante. ¡Eso es lo que le había estado pidiendo desde la primera sesión! Las reglas del juego. Entonces comencé a problematizar su método poniéndole algunas situaciones particulares. ¿Cómo es que se satisfacen las necesidades concretas de situaciones concretas? ¿Cómo identificar de qué son necesidad las cosas a las que apelan los sentimientos?
Me pareció muy interesante y lógico lo que propone, sin embargo, consciente de que yo publico las sesiones de terapia aquí, me pidió por una suerte de responsabilidad social no reprodujera exactamente el contenido de su método. Al parecer está rompiendo una regla conmigo, tal vez cediendo un poco a mi necesidad de control en pos de que yo me percate de que efectivamente nos estamos dirigiendo hacia algún lugar, y no puedo evitar el sentirme vanidosamente complacido por ello.
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