Semana de crisis generalizada, como es usual, comienza por ser una simple crisis económica que poco a poco comienza a afectar todos los otros elementos de la vida. Siempre que hay una crisis de este tipo es cuando regresa esa pregunta fundamental ¿Qué es lo que estoy haciendo de mi vida? Esta pregunta es la reacción a la clásica depresión donde una voz dice "no vale la pena haber trabajado tanto" ¿Son todos estos esfuerzos inútiles? Siempre me he resistido a pensar en mi mismo como un artista sacrificado, que deja todo por realizar su arte y que no le importa no recibir una retribución a cambio. No. No es lo que pretendo, me interesa recibir una retribución y me frustra no hacerlo, incluso me cuestiona el hecho de no estar recibiendo una retribución justa.
En la sesión de terapia desarrollamos otra metáfora (tal vez ese sea mi verdadero talento). Todos los problemas que veo siempre al rededor, léase mi reciente separación (o abandono), mi dificultad para socializar, los problemas propios de la producción de la obra de teatro, el proyecto nuevo en el que estoy participando, la exposición en Guadalajara. Todos estos factores siempre son buenos distractores que me ayudan a evadir la pregunta principal: ¿Qué es lo que vas a hacer de tu vida? Es momento de decidir, pero no se ve un gran panorama a simple vista. Es como estar a la deriva y los proyectos y problemas mencionados son como barcos que pasan, de los que me aferro con una y otra mano y eso me brinda una sensación de estabilidad, me aferro a los proyectos y a sus responsabilidades para tener certezas, saber que hay cosas que puedo hacer y desarrollar, pero finalmente son barcos que sé que son pasajeros, una vez agotada mi labor ahí soltaré la cuerda y quedaré nuevamente a la deriva, una vez agotados los recursos que el barco dejará entraré me aterrará nuevamente la misma pregunta.
En el horizonte y si giras trescientos sesenta grados sólo hay agua alrededor. Sé que existen opciones, pero todas ellas lucen como jaulas. Hay que renunciar a mucho para obtener algo.
Cuando decidí no dedicarme más al mundo académico y renunciar a lo que implicaba mi carrera de Letras Clásicas, de determinada manera yo sabía que iba en un barco que finalmente iría hacia una laguna donde todo quedaría estancado de la misma manera. Letras Clásicas no es una carrera donde exista un perfil claro sobre qué es lo que se espera de ti como un profesional; es decir, de un médico esperas que sin importar la circunstancia encuentre la manera de salvarte la vida, esa es su finalidad y su misión y para ello se hace de las herramientas necesarias, pero como clasicista no tienes una finalidad, además de que nunca obtienes un resultado concreto ni ningún producto, puedes escribir un tratado sobre asuntos que ya muchas personas han tratado y probablemente mejor que tú, aunque puedas desarrollar nuevas teorías nunca serán lo suficientemente concretas como para decir que una teoría es un producto... Lo que finalmente me sedujo de la edición de revistas, la fotografía y la producción es que al final del día tienes un producto terminado: una revista, una foto, un producto... Y ese producto pudo haber sido mejor o peor, pero está terminado, está ahí afuera. Puede ser criticado, puede ser amado u odiado, pero está ahí. Es un resultado concreto.
En busca de satisfacer esa necesidad de productos concretos es que decidí saltar del barco de las Letras Clásicas y nadar a la deriva, y han pasado ya varios barcos de los que me aferro por proyectos a la espera de un barco que me acerque a una bahía segura, o a la espera de poder fabricar mi propio barco y poder dirigirlo hacia algún lugar. La cuestión es que en este momento no sé qué tipo de barco espero, no sé qué tipo de barco es el que debería construir porque no sé hacia dónde me gustaría dirigirlo...
¿Qué es lo que me impide desarrollar una estrategia al respecto? ¿Cuáles son las opciones? El hecho de que vea como un gran peligro el adquirir un compromiso importante con alguna de las actividades que realizo, porque el comprometerme al 100% con una significaría renunciar a las otras o dejarlas en segundo término. También hay una cuestión de Justicia. Creo que ya he sembrado mucho en muchas tierras y que por justicia debo seguir sembrando en ellas para poder recoger sus frutos eventualmente… No puedo abandonar mis cosechas…
Platicando con S me dice muy sensatamente que todo lo veo en blanco y en negro, que debería relajar mis reglas para poder encontrar el aristotélico punto medio… Pero ¿cómo se hace eso? Es decir, el punto medio suena como una gran idea, la cuestión es poder renunciar a un sistema complejo de creencias en el que las cosas funcionan de una manera bastante determinada… (Sí, soy muy obstinado y tengo fe en mi sistema de creencias) ¿Cómo se hace para cambiar eso? ¿Cómo hacer para que ese blanco y negro se fundan en un lindo gris? ¿Cómo son los grises lindos? ¿Cómo deslindar el concepto de “mediocre” de ese deseado “punto medio”? ¿Cómo conservar este sistema de creencias sin quedar a la deriva para siempre?
Evidentemente hay que vencer el miedo al compromiso... Es el mismo problema… ¿Cómo comprometerte con algo en lo que no tienes al menos un par de certezas?
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