Por más que pensé durante la tarde de qué demonios iba a tratar esta sesión de terapia no se me ocurrió nada, y con esa confesión llegué al consultorio. Sólo por no dejar a medias el hilo de la historia comenzada hace varias sesiones, concluí la historia de JR con su respuesta al mail donde le mandé el link de esta blog, para que viera mi lado de la historia. Escuetamente me dijo: “Qué bueno que aunque sea de esta manera tan retorcida me pidas disculpas”. ¿Qué otra cosa podría esperar? Obviamente me hubiera gustado una respuesta más extensa, pero no se la pedí. Me queda un dejo de insatisfacción sobre toda la situación, pero al mismo tiempo me siento liberado de ella, aunque las circunstancias y el cierre de los asuntos pendientes renieguen un poco y se afanen por no cerrar el ciclo.
Me enteré de un detalle curioso el día que le mandé ese correo electrónico. En una conversación con una de las actrices de la obra mencionó que JR les había dicho a todos los actores que él y yo éramos novios. Entonces sentí una especie de ira mezclada con una gran decepción. Toda mi crisis había sido porque no se le había puesto el título necesario a nuestra relación, y el saber que él la había nombrado como noviazgo me descontroló. Si al menos me lo hubiera mencionado a mí yo hubiera adoptado otro rol durante la despedida. Podía haberlo apoyado y fingir fútiles esperanzas sobre futuros encuentros. En fin, lo terminado, terminado está, ese destino “ineludible” fue librado, lo cual implica también que renuncié a la resignación que me había llevado a plantear tal destino.
En este punto A aprovechó para dejar claro un punto, el hecho de que yo necesitaba formalizar, necesitaba nombrar la relación, no dejarla indefinida y que esa era una necesidad mía y que debí responsabilizarme por ella. Discutimos un poco sobre las causas por las que no había expresado esa necesidad y que habían hecho que las cosas terminaran mal, y todos quedáramos insatisfechos.
En ese momento recordé algo que me dijo P durante la semana: “Tu problema principal es que no pides”. Y es cierto, comencé a explorar esa acertada afirmación de mi amiga, mientras A pensaba que yo seguía hablando de la posibilidad de entablar una relación con alguien, yo estaba hablando de una cuestión más general (o tal vez más profunda), mi incapacidad para pedir cosas en pos de lucir o sentirme autosuficiente. Me costó un poco de trabajo sacar a A de la hipotética relación futura en la que establecería claramente los términos responsabilizándome de mi necesidad, pero finalmente lo logré. La situación vivida con JR es sólo una manifestación de este problema fundamental.
No me gusta lucir carente ante el otro, no me gusta porque para mí la carencia es una suerte de victimización, es decir: “si yo no tengo (x), es por la circunstancia (y), ergo: sufro”. Me es muy difícil no relacionar los términos “necesidad” con “victimización”. Evidentemente para mí un estado ideal es un estado de no-carencia. Sin embargo, sí, soy carente. Carezco de muchas cosas, pero me es imposible plantear mis necesidades si no ofrezco un trato de ganar-ganar (real, ficticio, hipotético o supuesto). Por otra parte, prefiero fingirme fuerte y todopoderoso y no depender de nadie que enfrentar el rechazo, finalmente por eso termino cargando con miles de responsabilidades, aunque a veces me sea muy difícil cumplir con todo.
Entonces A me dice que la satisfacción de necesidades entre unos y otros es gran parte de la naturaleza humana, es parte de nuestro instinto gregario. Todos necesitamos, y todos satisfacemos necesidades de otros.
Sí, puedo entenderlo, pero ¿cómo es que uno puede distinguir la delgada línea entre pedir la satisfacción de una necesidad y la victimización por la carencia? Entonces A me indica que mediante la asunción de las propias necesidades y la toma de responsabilidad sobre ellas.
¿Por qué insiste en este punto? Está bien ¿Qué necesito? Necesito dinero, en primer lugar, eso me permitiría satisfacer mis necesidades inmediatas: pagar la renta, ir al dentista, llevar a mi gato al veterinario, terminar los trámites del desalojo del teatro y pagar las deudas pendientes que ya asumí, producir la exposición de fotografía de Guadalajara, etc… El dinero me permitiría hacerme cargo por mí mismo de todas estas necesidades. El dinero me permitiría nuevamente no lucir carente ante los demás. ¿Es esto un círculo vicioso?
¿Cómo solucionar la cuestión económica? Evidentemente con un trabajo. Pero en realidad yo nunca he pedido trabajo, salvo cuando me piden un currículum, lo envío. Todos los trabajos han llegado a mí de alguna manera, además, no sé ni de qué querría pedir trabajo. He aquí la paradoja: puedo aceptar cualquier trabajo haciendo casi cualquier cosa, pero no puedo pedir ninguno porque no tengo claro en qué puedo pedirlo, a pesar de estar calificado para hacer muchas cosas.
Por tercera vez A insiste sobre la responsabilidad sobre las necesidades. Estoy dejando a otros este punto fundamental de mi vida, dependo de las personas que me buscan para contratarme, no me estoy responsabilizando de mi vida laboral. Ciertamente, en estas cuestiones siempre espero que me salven en una especie de Deus ex machina (lo curioso es que llega, tarde o temprano).
Al parecer, tomar responsabilidad sobre tus necesidades significa aprender a pedir, para lo cual es necesario correr el riesgo de recibir un “no” por respuesta y sufrir la frustración doble de ser rechazado y además, no ver satisfecha la necesidad en cuestión. ¿Qué es lo que yo hago? Anticipo ese “no”, y trato de satisfacer la necesidad por mí mismo para no tener que enfrentar tal frustración, aunque se vean limitadas las posibilidades de una completa satisfacción de la necesidad. Luego entonces: no pido aclarar el status de la pareja, no pido trabajo, no pido ayuda para terminar los proyectos, no delego responsabilidades, por lo tanto asumo todas las responsabilidades (segunda paradoja), etc. Y evidentemente esto también me conduce hacia la frustración… ¿Cómo sopesar el nivel de frustración? ¿Cuál de las dos frustraciones es peor?
Ok. Entiendo que tomo el 75% de la responsabilidad sobre mis necesidades, y el otro 25% que decido no tomar es esa parte de la necesidad que tiene cara de obligación. Ante toda obligación me evado. No busco trabajo porque huele a obligaciones: horarios, hacer cosas que no te gustan, jefes, y sobre todo, el hecho de que la voluntad propia sea disminuida o anulada por cierta conciencia de mayor jerarquía y que persigue fines distintos a los míos.
Hay que revisar los términos más importantes que se han tratado hasta ahora:
1) Necesidad. Estado en de carencia material o estructural.
2) Victimización. Estado de autocompasión extendida hacia el otro.
3) Responsabilidad. Estado de conciencia de deber ante una circunstancia dada.
4) Obligación. Estado de deber ante el otro.
5) Autosuficiencia. Estado de satisfacción de las propias necesidades.
Es digno de notar que las que me molestan más son 2 y 4, es decir, las que involucran al tal “otro”. En este sentido, aparece como más deseable la suficiencia que la autosuficiencia, la necesidad nunca será deseable, pero parece inevitable y hay que distinguir cuando las necesidades sean imperativos de supervivencia y cuando son reacciones ante circunstancias dadas; efectivamente parece que no podemos evitar al otro, no es que quiera prescindir de él, lo que sucede es que no sé cómo se debe reaccionar ante él ¿Cómo se pide?…
Un momento: ¿No es curioso que la semana pasada estuviera sufriendo (o victimizándome) por no haber sido suficiente para que alguien se comprometiera (responsabilizara u obligara) conmigo y que ahora el centro de la discusión sea mi vano intento por sentirme autosuficiente y no depender de nadie? ¿No hay ahí una extraña simetría?
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