lunes, 18 de abril de 2011

In Treatment (Sesión 4)

Debo reconocer las aportaciones a mi terapia de S gran amiga, brillante ser humano. No limitada por las condicionantes propias de su género (para no entrar en detalles). He hablado mucho con S desde que comencé a asistir a terapia, de hecho, mucho de lo hablado en las sesiones son por aportaciones suyas. Temas que ella pone en la mesa ante mis ojos y que dan perfectamente en el clavo. Creo que las sesiones finalmente son un resumen o una versión pequeña de mis pláticas con S, lo suficientemente pequeñas como para procesarlas. He de asumir que con S hablo de tantas cosas y son tan precisas que al terminar no se puede procesar tanto. De hecho esa es la practicidad que le encuentro a la brevedad de las sesiones de terapia, procesas las cosas "en abonos".
En esta sesión comenzamos a hablar de mi semana, bastante agitada. La salida de uno de los actores de la obra, no sé si porque yo lo corrí o porque él decidió irse. Lo cierto es que se ha ido porque no fue capaz de decirme a la cara que sí podía dar las funciones que dijo que no podría para darse importancia. Asunto concluido, se va, y ya estamos entrenando al reemplazo. Comencé a leer esta semana La separación de los amantes de Igor Caruso. Ya había leído ese libro hace mucho tiempo, lo comencé a releer porque se lo prestaría a una buena amiga que también está batallando en un proceso de separación. Leí sólo la parte de las etapas:
1) La catástrofe del Yo
2) La agresividad
3) La indiferencia
4) La Huida hacia adelante
5) Ideologización
Viéndolo en perspectiva, creo que pasé ya todas las etapas, pero no en orden ni después de la separación. Comencé con la Indiferencia, luego la Ideologización, luego la Huida hacia adelante, luego la Catástrofe del Yo, ahora estoy en la agresividad... Bueno, en términos generales. Muchas de las etapas las pasé antes de que se fuera JR. De hecho pasé junto a él la indiferencia y la huida hacia adelante. Y antes de que se fuera mi frase favorita era "el hecho de que se quede no implica que las cosas vayan a funcionar". Y bueno, todo en función de hacer menos trágica la situación.
Estuvimos explorando la agresividad, la ira, el coraje que me da toda la situación. Me fastidia el hecho de que las responsabilidades que se supone que compartíamos ya pasaron sólo a mi cuenta, no es un peso demasiado oneroso, pero es algo que dijimos que haríamos juntos. Odio el hecho de que nunca haya tenido los huevos de tomar las riendas de los asuntos que teníamos juntos, y que ahora yo tenga que estar parchando todos los huecos que dejó. Odio el hecho de que me mande "bendiciones" cuando le digo que lo quiero por MSN... Y en resumidas cuentas, como hablaba con P hace unos días: Odio el hecho de que no deseara lo que yo deseaba.
Creo que lo que más odio es el sentirme reflejado en su situación, no quiero que dentro de 15 años me suceda lo mismo. Ver que vine al DF dejando mi pueblo en pos de un mejor futuro y tener que regresar con la cola entre las patas porque la situación aquí resulta insoportable por la falta de opciones o porque no se pudo realizar lo que se quería, vivir esa frustración sería intolerable. Por eso es que siento culpa por odiar a JR y no me permito odiarlo abiertamente, porque el verme reflejado en su situación me hace compadecerlo.
En cierta forma soy responsable de la indiferencia de JR, pues mis capacidades de reacción ante muchas circunstancias es la misma: una especie de indiferencia condescendiente. Eso no debe ser muy inspirador a la hora de entablar relaciones conmigo.

¿Cómo hacer cuando durante toda tu vida, desde tu educación y los ejemplos de los que has mamado tienen una cara pública fuerte, sólida e invulnerable y una privada echa pedazos, frágil y voluble? ¿Cómo hacer para que en estas condiciones alguien empatice contigo y desarrollar una relación profunda? ¿Cómo hacerlo en dosis moderadas? ¿Es necesario que sea en dosis moderadas?
La cuestión es que desde niño mi apodo fue "Droopy" porque era completamente inexpresivo. Mis reacciones eran siempre las mismas, inexpresivas.
Los arrebatos emocionales como las peleas a gritos, los llantos que de pronto brotan no están dentro de mis parámetros de conducta normal. Porque mi cara social no los permite. Eso es bastante normal. Y vaya, es algo que me funciona bastante bien en mi vida laboral, aunque ciertamente mi vida no es tan dulce y glamourosa como se puede leer a simple vista en mi muro de Facebook.
Mi terapeuta me cuestiona si eso es funcional en terapia. Le expliqué todos los prejuicios con los que llegué a terapia, la cuestión de su edad y mi preocupación porque tal vez él tenga un manejo del lenguaje menos rico que el mío, y al ser el lenguaje la herramienta e instrumento principal para tratarme, pues primero necesitaba cerciorarme de que él comprendía en el nivel racional mi situación, mi contexto y el quid del asunto.
Necesito reglas (¿No se supone que la psicoterapia tiene como fin último la "normalización" y con ello la "regulación" de la conducta?"). Le hablé de esa necesidad, de que se me regule, soy una persona que funciona a base de reglas. Las reglas que me he impuesto me han funcionado muy bien en cuestiones laborales, en ese tipo de socialización. Pero no me funcionan en otros tipos de socialización porque mis normas de conducta son demasiado estrictas, incluso en mi relación conmigo mismo...
Me dijo varias cosas sobre la autorregulación, y que él ve que estoy luchando contra mis propias reglas... (aha... eso lo sé). Me llamó la atención sobre mi uso de la palabra "luchar" que yo digo luchar contra mis deberes autoimpuestos. Que el luchar no debería estar en la ecuación. Que cuando una persona se lucha contra algo dentro de sí mismo, al asumirlo comienza a cambiarlo... en lugar de luchar, asumir.
Recordé el poema de Whitman El Canto de mí mismo que dice (en la traducción de Borges): "¿Me contradigo? Pues bien: Me contradigo". Esa es una licencia que siempre me he dado ideológicamente.
Ahora, asumirlo no significa comprenderlo, porque evidentemente soy muy consciente de la situación. De hecho esa sobreracionalización del asunto es lo que me tiene como me tiene...

Me dijo que él respetaba mis tiempos, y que si en algún momento quería mostrarme como el Yo no-social, podía. Le dije que no era una cuestión de confianza, finalmente a él le he dicho cosas que nadie más sabe ni sabrá. La cosa es esa, que primero debo saber que es capaz de llenar el crucigrama que tengo armado en mi cabeza para después poder dar ese paso (del que sólo P y mi gato han sido testigos alguna vez).
El problema está en que ese método de socialización racionalizadora es efectiva en el ámbito laboral, pues me permite generar estrategias y mover las piezas, pero me es inoperante en cuestones personales, y mi regulación íntima me impide tener desfogues emocionales efectivos.
En fin... Hay que pensar en cómo conciliar estos mundos, sin que uno cause mella sobre el otro... ¿es eso irreal de mi parte?

3 comentarios:

Esponjita dijo...

Se me ocurrieron varias ideas... pero se me está acabando la pila. Creo que algunas de las ideas las bloguiaré en mi blog... porque Caruso sí que está ayudando.

:)

Esponjita dijo...

(la pila de la mac... la neuronal funciona aún)

alitter dijo...

okas. Sí Caruso es la onda...