miércoles, 6 de abril de 2011

In Treatment (Sesión 2)


Puntualmente llego a la cita. Saludos, silencio incómodo, conversación tenso-casual sobre la sesión con mi Psíquico, ligera explicación sobre mi teoría de la empatía, entonces:
--Enséñame tu magia-- Le digo. Me da opciones de cosas que podemos hacer, tras mi indecisión de qué tema traer a la mesa, así que optamos por hacer un pequeño ejercicio: cerrar los ojos y sentir cada una de las partes de mi cuerpo, comenzando desde la cabeza, recorriendo cada uno de mis miembros en orden descendente (evitando las nalgas y los genitales, supongo que por no distraer la atención hacia otras cosas, (aunque su omisión también sirviera para distraer la atención con esta pequeña reflexión)), después debía enfocarme en mi respiración, mientras identificaba las tensiones que había encontrado en mi cuerpo.
Después me pide que identifique las tensiones, y abro los ojos (después me enteré de que no debía abrirlos en ese momento). Describí la tensión en mi espalda como una presión que va de un punto a otro. Comenzamos a hablar sobre la tensión y le dije que sin la tensión, la presión y el agobio que esa tensión me provoca me sería imposible salir de la cama. Eso es lo que me mantiene en movimiento, incluso llego a auto imponerme responsabilidades en función de mantenerme en movimiento. De otra manera el ocio me consume, me mata el sentirme improductivo.
Proseguimos hablando sobre ello y mi necesidad por comprender qué es lo que él hace, finalmente es la manera en la que obro: conozco lo que los demás hacen, lo aprendo y finalmente dejo de necesitar a las personas... por eso es que he adquirido tantas habilidades.
Entonces hablamos sobre mi necesidad de controlar todo en lo que me involucro, le cuento una breve discusión que mantuve en la semana con R. en la que me enfatiza el hecho de que toda la frustración que yo sentía trabajando con un director tan obstinado, él mismo la sentía para conmigo. Debo asumir que herí a R. en esa conversación, pues lo llamé ineficaz, impráctico y nada brillante para solucionar problemas. Me pegó el hecho de que me dijera que yo mismo era aquello que odiaba tanto del director de la obra, el hecho de vendernos la falsa idea de que podíamos intervenir creativamente para que finalmente termináramos haciendo lo que él había pensado desde el principio.
Debo decir que muchas veces hago eso deliberadamente, pero creí que era más hábil para seducir a las personas para que terminaran haciendo lo que yo quería...
Entonces le llamo la atención al terapeuta de que las palabras que más se habían repetido durante todo lo que iba de la conversación eran: 1) productividad, 2) eficacia, 3) practicidad.
Me pregunta cómo me imagino un ambiente en el que no existan esas tres condiciones, y le digo que sencillamente no me lo imagino.
--¿Este lugar te parece práctico?-- Pregunta
--Sí, definitivamente, es un lugar con una atmósfera tranquila, donde se pueden tener este tipo de conversaciones. Tienes unos pañuelos dispuestos en caso de lágrimas, hay un espejo, un cuarzo (que aún no descubro para qué sirve, pero ya me lo dirás o lo descubriré en algún momento).
--¿Y cómo te sientes tú en este lugar?--
-- Me siento bien, es decir, finalmente sé que todo aquí está dispuesto de tal manera en que yo sea el centro de atención. Incluso tú eres una piedra donde las cosas que yo digo rebotan para que finalmente regresen a mí.
Miro su cara de sorpresa al escuchar mis últimas palabras, y me dice:
-- ¿En qué sentido soy una piedra? --
-- Lo que quiero decir es que finalmente sé que tu profesión de impide involucrarte, tú eres útil, incluso cuando las cosas que te digo transpasan tu experiencia personal, deben ser filtradas por tu conocimiento y tu profesión, para finalmente regresar la atención hacia mí, y tú debes permanecer al margen de lo que sucede conmigo, finalmente soy yo quien estructura el discurso y tú eres quien lo guía.--
-- Siento la necesidad de decirte que cuando dices estas cosas siento un distanciamiento de tu parte.--
-- Sí, así es.--
-- Siento que estás poniendo una barrera para que fluya la relación--
-- Es que no tengo la menor idea de qué relación es la que se supone que deberíamos tener --
Tras hacerme unas cuantas preguntas a las que yo contesté con mi respuesta más recurrente últimamente: "no sé", me reclamó el hecho de que estaba aventando la pelota y que yo se la rebotaba todo el tiempo.
-- ¿Qué me dices si te digo que yo sentí dolor por lo que me dijiste? --
-- Que ese es tu problema, tú me preguntaste y yo te contesté, eso es algo que me sucede muchas veces en todas partes, la mayor parte de las veces sin darme cuenta. La gente se acerca a mí porque la única carta que yo muestro es la honestidad, es como si agitara un pequeño espejo que llama la atención, pero se corre el riesgo de que un día te muestre ese espejo directamente y te veas. ¿Para qué escarbas si finalmente sabes que vas a encontrar algo que no te va a gustar?-- Le dije señalando mi pecho.
-- ¿Y cuál es la reacción que tú tienes cuando yo te digo que esto me dolió?-- Me pregunta nuevamente
-- ¿Qué es lo que quieres que haga? --
-- Te estoy diciendo, Francisco, estoy sintiendo un distanciamiento ¿Cuál es tu reacción a ello? Vuelves a cerrarte --
-- La cuestión es que ante una situación así sólo existen tres salidas: 1) Obsesionarse con la idea de "¿Qué es lo que dije que lastimó al otro?", 2) Culpabilizarme y por lo tanto disculparme de algo que no sé de qué se trata exactamente, y por lo tanto dar una disculpa vacía, 3) Dejar que el distanciamiento siga su curso y dejar que la persona se aleje. La cuestión está en que aquí, tú me puedes decir, me lastimó esto, y yo lo puedo entender, aunque no sepa cómo reaccionar, pero finalmente yo sé que eso no significa que ya no nos podemos ver la próxima semana. El problema está en que en el mundo real, la gente sólo se aleja.
-- Y tú no quieres que la gente se aleje --
-- Pues no --
-- Dilo ---- No quiero que la gente se aleje --
Entonces comenzamos a hablar de mi tendencia a intelectualizar las emosiones y no dejarlas fluir en tanto emociones, comienzo a hablar y puedo resultar "brutalmente honesto" (aunque suene a slogan de Dr. House), principalmente porque aborrezco a las personas que se la pasan compadeciéndose de sí mismas, diciendo que sufren y haciéndose las víctimas. No me imagino a mí mismo llegando a todas partes con un letrero que diga "soy frágil". De cierta manera en esta semana vi que el hecho de decir que estoy en terapia es una manera cool de hacerse la víctima, la gente te mira con preocupación, te preguntan si estás bien, y ya, obtienes esa clase de atención sin necesidad de embarrarle a la gente tus problemas en la cara... Finalmente sé que tengo desfogues para mis momentos de mayor crisis, como encerrarme con mi gato a ver películas tristes y llorar desconsoladamente incluso con comerciales de televisión medianamente emotivos... En algún punto me dijo que al explicarle mis mecanismos puede sentir que el distanciamiento se había librado y que se puede conseguir nuevamente la empatía.
Nos damos cuenta entonces de que ha terminado la hora y que incluso nos pasamos como por 4 minutos, y él me dice:
-- Siento como que falta algo --
-- Es que tienes que entender que yo soy Bob Esponja. Es decir, Bob Esponja es es feliz, cree en la bondad de las personas, ama su trabajo, pero vive en un mundo estructurado en reglas muy precisas, se levanta a determinada hora, sigue su rutina, llega al trabajo donde tiene su espátula, donde todo funciona de manera perfecta, mientras se cumpla la estructura que él tiene perfectamente clara en la cabeza todo es un estado de felicidad extrema. Pero cuando una pequeña regla se rompe o algo altera el orden de las cosas es cuando él entra en crisis, se parte a la mitad y se saca los ojos...--
No pude evitar cierta sensación desoladora al abandonar el consultorio y mi cabeza no ha dejado de dar vueltas sobre todo lo hablado. Esa debe ser su magia.

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