jueves, 31 de marzo de 2011

In Treatment (Sesión 1)

Llego 15 minutos tarde, pues antes había tenido que pasar a cobrar un dinero, que me permitiría pagar al menos unas 3 sesiones, pues desde el momento que decidí tomar terapia nuevamente me dije que no esperara
solucionar nada en la primera sesión, debía obligarme a ir al menos a 3 o 4 sesiones antes de emitir cualquier veredicto sobre la terapia, si es o no es "funcional".
Sabía de antemano que mi Terapeuta era joven, pero no me imagine qué tan joven sería, es un chico de unos 29 o 30 años, como yo... No sé si eso influya en qué tanto me pueda o no servir... pues de alguna manera el terapeuta debe ser una especie de autoridad moral, y un coetáneo no resulta, al pronto, muy inspirador en ese sentido...
Me invita a pasar al estudio, me recuerda vagamente el ambiente de aquellas sesiones de terapia que había tomado tiempo atrás con mi primer terapeuta, pero este es un ambiente más ecléctico y menos místico, sencillamente confortante. Lo primero que me llama la atención es la caja de pañuelos desechables dispuestos a ser tomados en caso de lágrimas... Tomé uno de ellos para limpiarme el sudor de la cara, pues hacía un sol insoportable en la calle y me había apresurado para no llegar tan tarde.
De pronto me veo ahí, frente a este chico que está esperando que le diga algo... entonces le digo:
-- Ok. ¿Cómo empezamos? ¿Cuál es tu método?--
-- Aquí vamos a hablar de lo que tú quieras, tú decides -- Contesta
-- Pero... ¿Cómo? Existe un método ¿no? ¿Cómo quieres que comience a hablar de mis cosas si no estás contextualizado? Necesito darte el contexto para que sepas de qué te estoy hablando...
-- Cuando me dijeron que este método funcionaba así, también me saqué de onda, pero así es, aquí vamos a hablar de lo que tú quieras--
-- Entonces ¿Qué? ¿Te cuento mi infancia? ¿los motivos que me traen aquí ahora? ¿mi currículum? -- Dije.

Entonces comencé a hablar y hablar y hablar. Le dije que tengo una personalidad depresiva, que para mí antes resultaba muy claro distinguir cuáles eran mis momentos de depresión y cuáles mis momentos normales y lúcidos, y que ahora me cuesta trabajo distinguirlos. Que siento una pequeña depresión constante que me hace que los ojos se me llenen de lágrimas a punto de brotar casi a toda hora.
Le conté que tengo problemas para desarrollar relaciones profundas con las personas, que mi vida social más activa sucede en Facebook, que puedo reaccionar muy bien en situaciones sociales como fiestas y eventos públicos, pero que no me siento habilitado para desarrollar relaciones en otros niveles. Soy perfectamente funcional, trabajo y me relaciono bien en el trabajo y soy muy bueno para relacionarme laboralmente.
Le conté en qué trabajo y los proyectos en los que ahora estoy involucrado. La fotografía, la producción, el maquillaje, Letras Clásicas, etc. etc. Le hablé de los proyectos que se ven venir. Y esa necesidad que siento de tomar decisiones importantes y que no me siento con la capacidad de tomar ninguna decisión, porque por muy pretencioso que suene, es muy fácil ser limitado y tener uno o dos talentos en la vida, pero cuando se es bueno en tantas cosas y se pueden desarrollar tan bien, no es nada fácil tomar la opción de un camino u otro. La cuestión es que nada de lo que hago parece tener una estructura y una constante. Al menos yo no la veo...
Siento la necesidad de aterrizar muchas cosas y establecerme, pero al mismo tiempo creo que el tomar una decisión por una y otra actividad significa limitarme. Me gusta pensar en mí mismo como un hombre renacentista, que puede ser cantante, laudero, historiador, pintor y cocinero sin que ninguna actividad se contrapusiera con otra, porque el punto entonces era el desarrollar las capacidades del ser humano hasta sus últimas consecuencias, probar de todo para ver cuáles eran los dones que se tenían y así poder explotar todos los potenciales que había en un hombre. Sin embargo, vivimos en un mundo donde se valora más la especialización que la variedad, por muy virtuoso que resulte uno en más de una sola cosa. (Vaya, no digo que yo sea el mejor en todo lo que hago, pero lo que me pongan a hacer lo hago, y lo hago bien).
Después hablé de mi falta de satisfacción respecto a la obra de teatro, porque no estuvo todo en mis manos. Siempre me vi limitado por las decisiones del director, que no me parecen a la fecha las más acertadas. Platicamos de ello, y de mi compulsión por controlar todo. Finalmente por eso es que he aprendido a hacer de todo... Si hago fotografía es porque no me llenaba del todo el resultado que obtenían los fotógrafos con quienes he trabajado. Si soy maquillista es por la misma razón, si hago vestuario es la misma historia. Por eso es que he aprendido a hacer de todo.
No sé si sea una falsa idea mía, pero creo que si no tengo el control sobre todos los aspectos de mi trabajo, las cosas no salen bien...
En fin... Llegamos al punto de lo que ha desatado mi depresión: Mi viaje a Durango y la partida de JR. (Son siglas para disimular un nombre evidente, no es la abreviatura de Junior).
¿Por qué me deprimió mi viaje a Durango? Pues porque, como siempre ocurre en esa tierra estéril, no se pudo hacer lo que iba a hacer. Me habían invitado a dar un curso de maquillaje para fotografía, supuestamente para un grupo de diseñadores y fotógrafos (pues quien me contactó estaba admirado de que yo me encargara de todas esas cosas en casi todas mis fotos). Aún antes de bajarme del autobús, me llaman para decirme que el curso se canceló, porque las 20 personas que ya tenían confirmadas, cancelaron... ¿No es eso rarísimo? No digo que haya un complot contra mí, más bien creo que sólo confirmaron unas 3 personas, y creyeron que podían conseguir más, y a la hora de la verdad, esas 3 personas dijeron que siempre no... (como generalmente sucede en Durango, la gente dice que va a hacer las cosas y nunca las hace).

Ya antes me había sucedido algo similar, cuando solicité apoyo del Instituto de Cultura del Estado de Durango para producir la obra de teatro. Primero me dijeron que sí, y ya habíamos planeado todo para tener una producción bastante decente con su apoyo, y finalmente y tras hacernos esperar mucho tiempo nos dijeron que no, sin importar que es una obra de un autor durangueño completamente desconocido, en verdad una genio olvidado. El texto es fabuloso y él desarrolló muchas otras cosas como escritor, como dramaturgo, historiador, cineasta. Y en Durango no saben quién es él... En mi opinión era responsabilidad del Instituto de Cultura promover la obra de este autor, además de que yo también tuve la mala fortuna de nacer ahí, entonces también es una obra de producción duranguense... Pues no... Prefirieron apoyar la obra de Bárbara Mori y Bruno Bichir... Es lógico pensar que eso sí es negocio, pero el ICED no está ahí para hacer negocio, está ahí para invertir en cultura, para promover la cultura y para no recuperar su inversión... Cosa que yo estoy haciendo. En fin...

Volviendo a la sesión, le dije al terapeuta que no hay un lugar en el planeta donde me sienta más desvalorado, donde no se reconozca en absoluto mi trabajo, donde no sepan quién soy, porque lo que yo hago lo ven como algo tan lejano, como algo que no pasa ahí, que no existe, son cosas que sólo pasan en la tele y en las revistas, y pues ese mundo no es real... No se imaginan lo que es porque se sienten chiquitos y orejones...

En cambio, cuando voy a otros lugares como Guadalajara, siento que ponen alfombras a mi paso y tiran rosas tras de mí (metafóricamente, claro), porque han visto mi obra, y porque saben qué es lo que hago y valoran mis capacidades.

Estas dos experiencias en Durango, me dolieron mucho, porque me siento completamente desarraigado. No sé si prefiero ser como Dolores del Río y Silvestre Revueltas o como Rafael Trujillo Herrera, el autor de mi obra de teatro. Todos los personajes de Durango que lograron hacer algo importante fue porque se largaron de ahí. Y ahora los duranguenses se cuelgan sus logros, como si hubieran hecho algo por ellos... Sólo tuvieron la mala fortuna de nacer ahí e hicieron lo más inteligente que un duranguense puede hacer: Huir.

Y ahora llegamos al punto imporante, lo que más me dolió fue que a causa de ese viaje me perdí los últimos días que pasaría aquí JR. Y sólo tuve un día más para despedirme de él.


En algún momento en que le dije al terapeuta que esta situación me entristecía, me dijo que me detuviera ahí. Eso fue seguido por un silencio y le dije:
-- Ok, ya me detuve. ¿Qué esperas? ¿Que llore? Primero invítame un café ¿no?--

Me dijo que no esperaba nada, que en esta sesión me había dejado hablar, porque yo tenía esa necesidad. Que veía que tanto en mi gesticulación como en mi discurso suelo ir en círculos (en realidad no me explicó bien qué significaba eso).

Debo confesar que desde que supe de su partida hice todo lo posible porque él no notara que su partida me afectaba, es una decisión sabia, y le irá mejor en otro lado. Finalmente la relación que teníamos era una relación "abierta", no existía un compromiso de fidelidad, ni de ser pareja, ni de nada. Sencillamente las circunstancias nos llevaron a ser una especie de matrimonio desgastado. No había compromiso, pero sentíamos responsabilidades el uno sobre el otro...

Cuando él me señaló que estábamos por terminar le dije que en resumen me parece muy difícil comprometerme con una actividad en concreto o en alguno de los múltiples oficios que sé o hago o desarrollo con o sin conocimiento de causa, que siendo yo una persona tan capaz no me veía limitándome haciendo sólo una cosa, pero que temo que eso sea simple y llanamente miedo al compromiso. Y que al mismo tiempo, con todas las virtudes con las que me adorné durante toda la sesión, los idiomas que hablo y el ser un súper-todólogo, me parecía imposible concebir que alguien no se quisiera comprometer conmigo.

Y me dijo que había muchas cosas en el aire que íbamos a trabajar. Me preguntó si tenía alguna duda, pues nuestra sesión estaba por terminar.

-- ¿Qué significa "vamos a trabajar"?-- Le dije --
-- Pues las vamos a platicar a vamos a aterrizar muchas de las cosas en torno a las que estás girando ahora--
-- Pero yo soy muy metódico, para mí es muy vago el decir "Vamos a hablar de lo que tú quieras", para mí las cosas deben tener un orden a, a.1, a.2, b, b.1, b.2...etc.--
--Pues te encargo de tarea que pienses qué pasa cuando no hay método--

Y eso fue todo... Ok. Estoy omitiendo muchos detalles, pero aquí está lo fundamental de esta sesión. Yo no funciono sin método. Sí soy un controlador compulsivo. No sé en qué derive esta terapia. Y como lo programé desde el principio no juzgaré al terapeuta por esta sesión, será un proceso que se irá descubriendo, dependiendo como ese vago "trabajar" se desarrolle...

In Treatment


Vuelvo a escribir en este sitio, porque el lunes pasado he regresado a terapia. El escribir creo que me sentará bien y hará que aclare mis ideas. (No sé qué tan positivo o recomendable sea el "prepararse" de esta manera para llegar a las sesiones, ya con ideas estructuradas sobre lo que se tratará... aunque tampoco sé si finalmente haga eso con este blog ni con mi terapeuta). Finalmente no tengo a muchas personas para hablar (finalmente le tengo que pagar a alguien para que me escuche, eso debe ser síntoma de algo)

Comenzaré contando mi experiencia anterior en terapias. Cuando era yo un adolescente, de unos 16 o 17 años, la psicóloga del bachillerato al que asistí durante sólo 1 semestre me adoptó como su conejillo de indias. En realidad no era mala, y creo que es la terapia que más me ha funcionado. Su método consistía en platicar, hacer preguntas, en un ambiente totalmente relajado, con velas, cojines y cosas que parecían más sacadas de una tienda esotérica que de un consultorio (o despacho o lo que sea que se supone que deben tener los terapeutas)... Lo que me gustaba mucho de esta terapia era que no se limitaba a preguntar o a escuchar, también cuando ella sentía o se daba cuenta de que yo tenía algún asunto atorado, me ayudaba dándome algún masaje en la espalda o en los brazos. Todo era súmamente cómodo, y con ella logré llorar por primera vez en muchos años (ahora lloro a solas con casi cualquier comercial de televisión que resulte medianamente emotivo)...
Esta terapia fue interrumpida por un hecho lamentable, intenté suicidarme... (Los motivos y las causas de dicho hecho no las compartiré por lo pronto con mis supuestos lectores).
Puesto que este intento de suicidio ocurrió durante el proceso terapéutico que estábamos teniendo, la terapeuta perdió la confianza de mi madre (pues mi mamá creía que la Terapeuta debía haberlo previsto). Entonces, para darme de alta en el hospital, solicitaron una evaluación psiquiátrica como requisito.
A mi cama llegó un tipo grande y bigotón (de esos que tratan de caer bien pero que se ve a leguas que golpean a la esposa o que tratan de quedar bien con los hijos llegando vestido de Santa Claus el 27 de diciembre con aliento alcohólico)
--Tienes algún problema-- Dijo
--No-- Contesté
--Los problemas no son gratuitos-- Dijo cerrando el puño y aproximándolo lentamente hacia mí-- Si yo te golpeo entonces generaremos un problema: toda acción tiene una reacción-- Dijo y se me quedó viendo como si su reflexión, que a mí me parecía más una amenaza, hubiera iluminado en algo a mi mente confundida.
--No quiero hablar más con usted-- Concluí
Él me miró y dijo un par de cosas más que a mí me parecían cada vez más amenazantes, y me negué a contestar sus inútiles preguntas.
Finalmente me dieron de alta bajo la promesa de obtener una evaluación de otro especialista.
Así fue como llegué al consultorio del Doctor Alberto Terrones (Recuerdo muy bien su nombre, porque hay una calle que lleva su nombre en Durango). Me hizo todas las pruebas que siempre salen en las películas y series: Las manchas de tinta, me puso a dibujar a mi familia, a hacer dibujos en general, pruebas psicométricas y platicó conmigo muy poco, sólo me ponía a hacer este tipo de actividades que a mí me parecían bastante divertidas y retadoras. Así pasamos una semana entera de pruebas y más pruebas. Yo no sabía que él había sido sólo contratado para diagnosticarme, y así terminó nuestra relación, un día me mandó llamar junto con mi madre y nos entregó un sobre con el diagnóstico y nos recomendó a un Psiquiatra.
Se suponía que yo no podía ver el resultado, pero lo vi un tiempo después entre las cosas de mi madre. El papel tenía ciertos datos que no recuerdo, pero sí recuerdo puntos clave: 1) Personalidad depresiva, 2) Inteligencia muy superior al promedio, 3) Tendencia a la esquizofrenia... No recuerdo más... Finalmente son los puntos que a mí me parecieron fundamentales cuando me topé con ese papel.
Alberto Terrones nos envió con un Psiquiatra, quien leyó el diagnóstico sin mostrármelo, platicamos muy brevemente, y sacó una tabla con un dibujo de una célula cerebral y me explicó:
-- Las células cerebrales tienen esta forma normalmente, pero las tuyas tienen un hueco, como una pequeña zanja, esa zanja es la que hace que no reacciones de maneras normales ni constantes y que hace que te deprimas. En realidad la depresión le ocurre sólo a las personas que tienen este tipo de huecos. Te voy a recetar unas pastillas que llenan esos huecos, y entonces te sentirás mucho mejor.--
Esa noche me tomé media pastilla de Amitriptilina (Con todo el dolor de mi corazón, yo no había querido tomarme siquiera una aspirina desde que salí del hospital, hasta la fecha evito tomar cualquier clase de medicina en pastillas o cápsulas, sobre todo después de la intoxicación-paro-cardio-respiratorio que tuve POR PASTILLAS en mi intento de suicidio). Esa mitad de pastilla consiguió tumbarme desde las 9 de la noche hasta las 6 de la tarde del día siguiente. Y el rato que estuve en vigilia no pude concentrarme siquiera en un comercial de televisión, no podía leer, no podía seguir el hilo de lo que se trataba un simple comercial de televisión!
Esa noche le llamé al psiquiatra y le dije lo que sucedía, me dijo entonces que me tomara la cuarta parte de la pastilla. Ocurrió exactamente lo mismo.
Fui a una sesión más con él. Su plática iba más en torno a si yo quería en realidad ser mujer (????) Yo le dije que no, que a mí me gustaba ser hombre, que no veía ninguna necesidad de travestirme, después me describió cómo me imaginaba en un atuendo femenino... Así terminó mi relación en ese psiquiatra...
En ese momento consideré que la única terapia que me había funcionado era la de mi primer terapeuta. Así que regresé con ella, y estuve con ella durante un año entero, un año que me sirvió de mucho, me hizo madurar en muchos sentidos, hasta que me sentí lo suficientemente fortalecido como para decirle: ya no te necesito. Y eso fue todo. A partir de ahí comencé a tomar decisiones importantes y me salí de mi rancho y llegué a la capital, con mis cajas de huevo y con un par de guajolotes (como en novela de Carla Estrada).

Ahora, muchos años después de eso, me veo nuevamente en la necesidad de acudir a terapia. Iré devanando las razones en futuras publicaciones.

Status

Desde hace mucho tiempo que no le hago caso a este blog. No he publicado en más de un año y seguramente no tengo ninguna visita. En fin... (Este post, parece status de Facebook)