martes, 31 de mayo de 2011

In Treatment (Sesión 10)


Llegué corriendo y con 10 minutos de retraso, porque tuve un compromiso antes para el cual ya había llegado tarde. Al sentarme en el usual sillón amarillo estaba aún muy acelerado, le pedí a A por primera vez un vaso con agua (el tener algo entre las manos durante las sesiones siempre me ha dado algo de qué aferrarme y un lugar a dónde llevar la mirada cuando no quiero verlo a los ojos, usualmente es un vaso de Starbucks o una botella de agua que compro antes de entrar al consultorio, pero esta vez no hubo tiempo de tal protocolo), me lavé las manos mientras me traía el agua. Cuando al fin pudimos estar sentados los dos yo seguía acelerado y hablando muy rápidamente le conté todas las cosas que tenía que hacer y las que estaba haciendo. El cierre de temporada de la obra de teatro, la nueva producción que estaba haciendo, el proceso del vestuario el diseño del maquillaje, la oportunidad de remontar la primera obra desde cero, ahora con un mayor nivel de control.

A me llamó la atención sobre el hecho de que hablaba muy aceleradamente y que estaba sólo hablando de trabajo. Quería escudriñar qué es lo que se ocultaba tras esa plática tan rápida e impersonal. Así que me incitó a seguir hablando al respecto. ¿Qué pasa con esa parte mía que está tan abocada al trabajo?

Le dije que es la parte que más me gustaba de mí, sí, efectivamente es una parte que me acelera y me vivifica, es la parte más segura, donde las personas confían en mis capacidades y conocimientos, donde soy más sociable, donde no hay lugar para inseguridades y asuntos emocionales.

--¿Hay algo que te preocupe en este momento?—

-- Sí, mañana es el cierre de temporada de la obra de teatro y JR vendrá a ver la obra y estará en la ciudad por unos días—

-- ¿Qué es lo que te preocupa al respecto?—

--Pues el hecho de que no sé qué actitud tengo que tener ante él, no sé si terminemos teniendo sexo (cosa que no me vendría nada mal) pero temo nuevamente empezar mi proceso de auto-convencimiento de que “ya lo superé”—

Me hizo ver A que todo mi discurso sobre el trabajo y el estar en ese territorio seguro era una especie de blindaje que me ponía para prepararme para la situación que se adviene mañana, a lo que le dije que sí, y que era más consciente de lo que podía parecer. Aunque aún no sabía bien de qué me estoy defendiendo exactamente.

Por una parte sí temo casi fatalmente el hecho de volver a acostarme con JR y que eso derive en una confusión en mi cabeza que me haga volver a plantearme imposibles, por otra parte no quiero perderme la oportunidad de tener sexo con él porque en realidad es muy bueno en los menesteres amatorios. Y por otra parte están las cosas del trabajo que hemos dejado pendientes y que debemos solucionar. Para mí es más fácil pensar que está borrado completamente del mapa, el problema es cuando aparece... Me molesta que aparezca y que pretenda tener alguna clase de control sobre todo lo que yo ya he asumido la responsabilidad para mí solo.

Comenzamos a indagar un poco más sobre la cuestión de JR, cuáles son las cosas que realmente quiero tratar con él y cuáles las que creo que quedan pendientes. Y ahora me queda más clara la división personal y profesional que hay al respecto. Aunque siempre pretendimos que la había habido creo que ninguno de los dos la había respetado a pié juntillas.

Durante el tiempo que estuvimos juntos trabajando, la línea divisoria entre el trabajo y la relación era cada vez más endeble y esto sucedió porque pensábamos ambos tratamos de no plantear un límite negando que la relación existía efectivamente y fingiendo que todo lo que nos unía era el trabajo. Después hicimos unos trazos mal hechos para dividir las cosas cuando ya no era posible. A mí me afectaba demasiado a nivel personal su testarudez en el trabajo, y él planteaba en términos personales las cosas que no le parecían en el trabajo. Incluso existieron ocasiones en que el trabajo nos servía a uno u otro como chantaje para obtener sexo del otro (o para no tenerlo). Cuando alguno de los dos deliberadamente hería al otro para ver si reaccionaba, evidentemente la reacción nunca llegaba porque fingíamos que no existía una relación personal y evadíamos el asunto hablando de trabajo y demostrando con ello que no nos importaba.

--¿Qué es lo que le quieres decir?—

-- Creo que me parece mejor dejar la situación completa rota como está, porque lo que le quiero decir es un absurdo: “Me gustaría que quisieras comprometerte conmigo para poder rechazarte”.—

--A mí no me parece absurdo—Dice A—Finalmente es una forma buena de mandarlo a la chingada.—

-- Pero no quiero mandarlo a la chingada, sencillamente quiero que desaparezca.—

Finalmente me di cuenta de que si no podía decir esa frase absurda era porque me lo impedía la culpa. Nunca he sabido lidiar con la culpa, me es mucho más fácil ser cínico, la culpa en sí misma me parece absurda. ¿Qué es lo que me da culpa? El hecho de que en ningún momento hice la situación más fácil para él. Que todos los planteamientos que él me hizo sobre su ida de la ciudad siempre los tomé con la mayor indiferencia posible, nunca le hice saber que me dolía su partida, que había sido alguien importante. Más bien al contrario, siempre hice parecer que si se iba no importaba, que no había dejado ninguna huella positiva en ninguna de las personas que habían estado a su alrededor, que era mejor que se largara, todos íbamos a estar mejor sin él. Me culpabiliza el hecho de no hacerlo sentir mejor, ni querido, ni extrañado, ni que su ausencia iba a dejar alguna mella en mí y en los demás. Otra cosa que me pesa, que no es culpa, es el hecho de saber que su situación no ha mejorado en lo más mínimo por haberse ido, siendo que esa era la finalidad de su partida.

--¿Entonces qué es lo que le quieres decir si inevitablemente lo verás?—

--Pues por el plano profesional que, aunque no estoy satisfecho en absoluto con el resultado que obtuvimos ni con todas las cosas de las que ya me he quejado ampliamente, le reconozco su trabajo, la obra fue una idea suya, él consiguió el teatro, convocó al equipo de trabajo, hizo que las cosas operaran como él creyó que funcionarían. Es decir, yo sé lo que es estar tan comprometido con un proyecto que, sin importar lo que te digan, vas a hacer lo que a ti te parece correcto. Finalmente toda su testarudez era porque él creía que estaba bien lo que hacía aunque no fuera cierto o no funcionara, eso es signo de compromiso y es el trabajo que le reconozco. Pero finalmente eso no resultó y hay que hacer todo de nuevo--.

Ahora lo que quiero hacer con ese proyecto es quitarme la espinita para demostrarme que si las cosas están bajo mi control pueden funcionar de una mejor manera y que las personas pueden estar más satisfechas con su trabajo al estar conmigo.

--¿Y en el plano personal?—

--No lo sé. No creo que valga mucho la pena el tratar de arreglar las cosas que se quedaron a medias o que me faltaron por decir. Finalmente esas cosas se hacen cuando se quiere enmendar una relación y lo que yo quiero es darla por terminada. Creo que las opciones ya están puestas sobre la mesa, puedo hablarle sobre mis culpas o sobre mis miedos o sobre mis rencores. Puedo manejar una actitud neutral que me permita tener sexo con él por última vez. Puedo también dejar las cosas al aire volviendo a negar su existencia hasta que vuelva a aparecer si es que algún día lo hace, o bien terminar de una vez por todas mandándolo a la chingada. Las opciones están ahí, pero será la actitud con la que él se presente y las peripecias que dé esta historia en el transcurso de esta semana.--

domingo, 29 de mayo de 2011

In Treatment (Sesión 9)



En todo este tiempo no me había parecido prudente preguntarle a A si había leído este blog, yo le había dado la dirección para que de alguna manera sirviese como una forma de economizar el tiempo de terapia, que él mismo viera cómo es que proceso las cosas después de cada sesión. Ahora él fue quien quiso hablar al respecto e inmediatamente sentí una ansiedad terrible, tenía ganas de escudriñar cada una de las reacciones o reflexiones que le despertara cada palabra leída. La causa de que él quisiera poner el tema en la mesa fueron las dudas que planteé sobre el funcionamiento de la terapia y los límites morales del terapeuta en mi post anterior. Entonces comenzó a explicarme un poco más sobre lo que hacemos en terapia. Me explicó que el método que empleaba consistía en centrar toda la atención en mí, el paciente, y que todo lo que ahí ocurriese era en función de darme las herramientas para poder procesar de mejor manera las cosas que yo ponía sobre la mesa, sí se trata de conducir, orientar y desenmarañar sentimientos y emociones, subrayando estos dos elementos y sobre todo crear un vínculo, trabajar una relación.

Entonces yo me sentí un poco intimidado y la cabeza se me llenó de preguntas: ¿Se sintió incómodo con el blog? ¿Expuesto? ¿Agredido? ¿Cree que lo estoy juzgando muy severamente? ¿Qué hay de las imágenes? ¿Tiene alguna especie de juicio de valor al respecto? ¿Cómo se siente?

Comencé a explicarle un poco cómo habían transcurrido las sesiones anteriores desde mi perspectiva: Sí, tengo la capacidad de racionalizar lo que me pasa, puedo armar una linda metáfora sobre mi situación y encontrarle interesantes aristas, al principio quería que me diagnosticara, que me dijera sus hipótesis, y una y otra vez estaba poniéndolo a prueba. En algunas ocasiones decidí sencillamente tratar de ignorar que él estaba ahí en pos de poder armarme un discurso congruente sobre lo que me ocurría, en otras ocasiones no sabía si mientras yo hablaba él estaba pensando en su lista del súper o algo así, ahora que me confronta con el blog era algo diferente.

--¿Qué Sientes? – Pregunta—

-- Ansiedad, tengo demasiadas preguntas—

Le aclaré que al sacar este tema era como si automáticamente se hiciera un formulario en mi cabeza y que todos los puntos debían ser aclarados. En realidad me sentía ansioso porque no sabía cómo es que él había interpretado la mayor parte de las cosas que he escrito aquí hasta ahora.

--¿Por qué sigues ansioso?—

--No lo sé, al haber leído tú algo mío siento que debo justificarme, no porque no quisiera que lo leyeras, de hecho en gran parte lo escribo para que lo leas, pero estás confrontándome con algo que yo hice y me preocupa el hecho de qué es lo que está pasando en tu cabeza. —

Poco a poco contestó mis preguntas lo mejor que pudo. Pero mi ansiedad se acrecentaba al no obtener un juicio de valor sobre lo escrito, sobre el blog mismo: ¿Está bien o está mal? Finalmente lo orillé a decir que estaba bien, que es una herramienta de procesamiento útil. Hasta entonces me pude tranquilizar un poco. Sin embargo la ansiedad continuaba.

Me sugirió que me recargara y me centrara sobre esa ansiedad, que me estacionara, yo me recliné y cerré los ojos, después me hizo ver que en ningún momento separé mis piernas y brazos cruzados y seguía yo en la misma actitud. Me cerraba y la ansiedad continuaba.

El único impulso que yo sentía era el de seguir adelante, cambiar de tema, hablar sobre el libro que estoy leyendo (Galaor de Hugo Hiriart, donde me identifiqué con el personaje de Ana, la esposa del Señor de las Pieles que cambia su fisionomía de acuerdo con su estado anímico-espiritual). Pero no me lo permitió. Me dijo que me concentrara en la ansiedad, me invitó a relajarme nuevamente, descruzar brazos y piernas y centrarme en sentir la ansiedad que se representaba como una tensión en la espalda (como todo lo que se manifiesta en mí). Hice lo que dijo pero estaba ya un poco incómodo por la situación, yo quería seguir adelante, pero insistió en continuar con ello. Tras haber cumplido lo que me dijo me puse en disposición de continuar, pero volvió a insistir en que inmediatamente cruzaba las piernas y los brazos…

--¿Qué es lo que haces al cruzar nuevamente las piernas y los brazos?—

--Es como decir: “Ok, dejémonos de mamadas y ahora sí vamos a platicar de algo serio”—

-- Es lo que veo. Ahora sí me aventuraré a decirte que esto es algo que sueles hacer, sigues sintiendo lo que sientes, sin embargo decides ignorar tus emociones, cerrarte y pasar a lo siguiente, no concluyes tus asuntos emocionales.—

Esto hizo resonancia inmediatamente en mi temor al compromiso, y sí, efectivamente eso es lo que hago, cuando veo que tengo una serie de emociones encontradas, cosas que no puedo verbalizar de manera adecuada prefiero dar vuelta a la página y abocarme en las cosas que sí puedo racionalizar.

Me invitó nuevamente a enfocarme en lo que sucedía ahí. En concentrarme en el hecho de que habíamos tratado el tema del blog, me reiteró que no se sentía incómodo con lo que yo escribía y que estaba bien que lo hiciera. En realidad lo que me confrontaba era el hecho de que en realidad había tenido el interés de leerlo, era como si lo hubiera escrito con la intención de que no lo leyera.

--¿Qué sientes?—

-- Siento que te decepciono, que estás tratando de encontrar alguna especie de reacción emocional en mí de la que yo no soy capaz en estos momentos, y que la has esperado en cada una de las sesiones. Me frustra no poder llenar esas expectativas tuyas.—

-- No, Francisco.—

--Claro que sí, muchas veces cuando te estoy hablando sobre algo veo que tus ojos se humedecen más que los míos y me frustra el hecho de no poder corresponderte ese gesto.—

--Tiene que quedarte claro que sí, las cosas que me dices me atraviesan, y también siento cosas cuando tú las dices, pero eso no significa que no respete tus tiempos, estamos en medio de un proceso donde tú tienes las riendas y sólo tú decides cuándo o cómo es que procedemos, por ejemplo, me parece un gran avance que el día de hoy nos hayamos detenido en una sola cosa, que no hayamos dado vuelta a la página y que nos quedáramos un poco atendiendo algo que tienes atorado. --

--Pues me siento mucho menos ansioso, ahora que me confrontas con esto y me dices que leíste el blog y que aventuras unas cuantas hipótesis sobre mí, siento que he dejado de monologar y ahora esto se convierte en un diálogo --

La sesión terminó con una conclusión similar. Aunque comprendo que el desarrollo del vínculo que se establece con el terapeuta es fundamental para el buen encaminamiento de la terapia sigo sin comprender bien cuáles son los términos de tal relación ni cuáles son sus límites. Supongo que debe haberlos para evitar transferencias eróticas, conflictos de intereses y límites éticos. Nuevamente necesito un reglamento, aunque ya se va dibujando tácita o explícitamente.

De cierta forma siento que las sesiones anteriores han servido para establecer el marco teórico dentro del que se va a desarrollar mi “tratamiento”. Aquí es donde comienza la terapia.

jueves, 19 de mayo de 2011

In Treatment (Sesión 8)

Esta vez hablamos sobre muchas cosas diferentes con un hilo conductor muy endeble. Comienzo tratando hacer entender a A que mi problema no es un problema de represión. En algunas de las sesiones interiores, ora marcado por Franciscos diversos, ora marcado por máscaras o canales de televisión, creo que A tiene la teoría de que hay una parte de mi que está reprimida, que otras partes de mi la reprimen, así el Francisco que se la pasa encerrado en su casa llorando y viendo películas depresivas, o bien el Francisco Indefinido que en la sesión anterior terminó confesando que es Pinocho… No, A, no es que haya partes que sean reprimidas, o partes que sean más verdaderas y ocultas que otras, más bien se trata de facetas diferentes que se presentan en momentos diferentes. A no comprendía por qué le tenía yo que hacer tal señalamiento, pues según él, ese es el principio de su método, el asumir que hay muchas y diversas formas de manifestación del ser (obviamente no usó esas palabras exactas).

Después de ello comenzamos a hablar de otras cosas que diré más adelante, pero sobre esta primera parte de la sesión estuve reflexionando el por qué de la necesidad de justificarse ante el terapeuta. No sé si se trata de que uno se convierte en el abogado de sus propios diablos o si bien sencillamente el terapeuta insinúa ciertas ideas para que el paciente llegue a una conclusión contraria a la expuesta, o bien se cuestione la utilidad que tiene tal confrontación. Lo cierto es que sucede. ¿Qué pasa con las convicciones morales del terapeuta cuando está en terapia?

Narré un hecho que me perturbó durante la semana, el caso de un fotógrafo que me contactó para hacer una coordinación de moda para una portada de un disco. Esta sesión tuvo muchas vicisitudes, la cancelaron el día de las fotos, me quedé con la producción de moda y tuve que producir otra sesión de fotos para utilizar la ropa porque ya me había comprometido, prometieron pagar por la molestia, no lo hicieron, propusieron hacer nuevamente la sesión bajo unas condiciones en verdad ridículas y caprichosas. Tras mi negación a seguir en ese proyecto me llama el fotógrafo diciéndome que no soy profesional, que no puedo poner condiciones para trabajar (en realidad sólo pedí que se me informara el monto de la bonificación y que se me pagara por adelantado, previendo otra imprevista cancelación), que no me pagaría nada hasta que él estuviera completamente satisfecho con mi trabajo. Y que no me diría de cuánto iba a ser la bonificación porque dependía de qué tan satisfechos quedaran con el resultado… En realidad él quería que hiciera nuevamente el trabajo por el mismo precio, poniendo condiciones caprichosas y haciendo del trabajo que ya había realizado antes una propina…

Le dije que prefería renunciar a lo ya trabajado que trabajar bajo esas insultantes condiciones. No es que me sobre el dinero y el trabajo, la cuestión es que creo que la dignidad sí es algo más cara…

La cuestión con esta anécdota no es tanto el hecho ni del dinero ni de la injusticia cometida en mi contra, lo que en realidad me puede es que es una persona menos en la agenda. De esta manera se han ido algunas cuantas personas, dado que mi medio de conocer gente es mi trabajo, hay cosas del trabajo que han hecho que cierta gente que me importaba desapareciera. No me gusta que la gente desaparezca de mi mapa, menos siendo yo una persona tan determinante y cuadrada que cuando alguien sale, es como si se borrara del planeta.

Entonces A comienza a cuestionarme sobre las relaciones actuales que mantengo, de dónde surgió la relación. Le dije que tengo muy pocos amigos en verdad. Le hablé un poco de I, de P, de S, de Y. Le conté un poco sobre las situaciones que nos han llevado a mantener nuestra relación desde la universidad o desde un poco antes. Lo que encuentro en común en estas relaciones es que hay afecto, en mayor o menor medida (como si esas cosas fueran cuantificables) y que es un afecto incondicional y desinteresado, cosa que con las personas que se han allegado después de la universidad ha sido difícil de encontrar. Además, asumámoslo, tanto mis amigos más cercanos como yo somos lo que se puede calificar comúnmente como “freaks”, para no entrar en detalles particulares… Ninguno de nosotros tiene tampoco grandes habilidades sociales y también todos tenemos problemas serios para relacionarnos con las personas en el plano amoroso: “Dios los hace y ellos se juntan”.

Me siento bien de contar con estas personas en mi vida, pero siento que hay algo que me falla para poder desarrollar más relaciones de este nivel o intensidad o para llegar a otros niveles, como el amoroso.

Entonces comencé a contarle sobre mi último pretendiente, que junta muchos de los requisitos que creo que ahora necesito, es un hombre grande, paternal, inteligente, solvente, de pelo (o cana) en pecho, dedicado a su profesión, pero mi pretendiente tiene el mismo problema que tienen todas las personas que he conocido con ese perfil, no tiene tiempo para dedicarse y dedicarme. Vaya, no pido mucho tiempo, sólo el suficiente para poder decir que estamos juntos de palabra y después que cada quien siga haciendo sus cosas y vernos de vez en cuando (obviamente con una tarjeta de crédito o cuenta de banco mancomunada para sellar el compromiso Jajajaja).

Cuando pienso en comenzar una relación con alguien me pasan por la cabeza muchas cosas, y creo que me he esforzado mucho por llenarme de habilidades y virtudes que finalmente no sirven de nada para desarrollar una relación, porque finalmente (aunque ya no pienso en JR como una posibilidad sino que poco a poco se va borrando del mapa) la última vez que tuve la intención o el pensamiento de tener una pareja de una manera más seria nada de lo que yo hacía o era fue suficiente para sostenerla (él prefirió seguir siendo un viejo, pobre, feo y solo que ser un viejo, pobre y feo conmigo…)

En fin. Por otra parte, no sé si la terapia me esté funcionando en los términos en que se supone que la terapia obra, pero creo que ahora ya tengo más claros cuáles son los pasos a dar para salir de esta situación engorrosa, deprimente e indefinida. No es que haya tomado una decisión sobre qué es lo que voy a hacer en la vida, pero ya sé cuáles son las condiciones necesarias para llegar a una decisión y estoy tomando acciones concretas…

domingo, 15 de mayo de 2011

In Treatment (Sesión 7)




Comienzo a contar mi semana, nada interesante salvo el concierto de Lady Gaga… Me gusta la placidez de la evasión, cuando no pienso en las cuestiones importantes, cuando mi situación no está en tela de juicio…

-¿Qué es lo que evades?- Pregunta A, el terapeuta.

- Evado la pregunta que planteamos la sesión anterior: “¿Qué es lo que vas a hacer de tu vida?”-

Tengo muchos argumentos encontrados, mi razonamiento se disocia entre la necesidad de una estructura clara, la cómoda indefinición, la negación absoluta de posibilidades y la evasión. Entonces A propone disociarlos explícitamente haciendo una especie de “juego de las sillas”: En este cojín se encuentra el Francisco Estructural, en este otro se encuentra el Francisco Indefinido, en éste el Francisco Negador y en este último el Francisco Evasivo. La única regla del juego es que no se puede decir el argumento de ninguno de los Franciscos si no se está en su lugar correspondiente y no se puede decir ningún argumento que no piense el Francisco en cuestión.

Comienza a hablar el Francisco Indefinido:

-Me gusta la indefinición porque me permite mantener las opciones abiertas, siento que tomar una determinación por una u otra de las actividades que desarrollo significa limitarme en mis capacidades-

-¿Cómo te sientes?- pregunta A (que se ha agazapado en un rincón de la sala, pues los Franciscos ocupan casi todo el espacio)

- Me siento muy cómodo, esta es una posición en la que no tengo que tomar una decisión, entonces no me preocupa sino el seguir llenándome de posibilidades…-

Entonces toma la palabra el Francisco Estructural:

- Es necesario tomar una determinación sobre qué es lo que hay que hacer, porque las cosas que he hecho hasta ahora no tienen una estructura congruente. Es necesario conseguir un trabajo que me permita crecer paulatinamente, y hacer que las cosas funcionen de manera congruente. Hay que invertir los recursos en una sola actividad pues no es posible hacer todo al mismo tiempo. Adquirir compromiso. Necesito el compromiso pero el Francisco Indefinido no me deja tomar esta desición.-

- ¿Cómo te sientes? – pregunta A.

- Me siento frustrado, desde aquí siento sólo necesidad de comprometerme con algo, pero en tanto necesidad soy algo incompleto e insatisfecho…-

A lo que el Francisco Negador responde:

- Yo veo todos los focos rojos que presentan Francisco Estructural y Francisco Indefinido, porque siento la responsabilidad sobre sus acciones. Yo estoy a cargo de advertirles a ambos cuándo hay que obrar. Soy el que refrena los impulsos del Francisco Indefinido cuando quiere adquirir nuevas habilidades y cuando se plantea retos, y soy quien refrena la necesidad de compromiso que tiene el Francisco Estructural, pues veo que él mismo en su pretendida estructura tiene unos andamios muy endebles, al mismo tiempo creo que la inmadurez del Francisco Indefinido le ha permitido crecer de muchas maneras, así que trato de aconsejarle qué cosas puede o no puede hacer, pero por una parte no se puede hacer todo al mismo tiempo y por la otra no puedo firmar un contrato si no he leído las cláusulas completas y en una decisión vital no es posible acceder a dichas cláusulas…

- ¿Cómo te sientes? Pregunta nuevamente A.

- Esta no es la posición más cómoda, pero es la que más me gusta porque es la que me brinda mayor control sobre los Franciscos Estructural e Indefinido. Desde aquí cargo con mayor responsabilidad, porque mi trabajo es poner de acuerdo a todos.

Finalmente toma la palabra el Francisco Evasivo:

- Yo no quiero tener problemas con nadie, por eso los ignoro. Mi mayor arma es la inactividad. Me gusta que el Francisco Negador refrene todos los impulsos que tienen los demás Franciscos, en cierta forma somos aliados para que la situación no se mueva ni para atrás ni para adelante. Yo me la paso muy bien. No hago mucho… veo películas, leo libros, veo televisión, soy capaz de envolverme en cualquier fantasía que se me presente. Finalmente espero que llegue un Deus Ex Machina a salvarnos a todos…-

- ¿Cómo te sientes? – Pregunta A.

- Me siento muy bien. Esta sí es la posición más cómoda de todas…-

Entonces los Franciscos ahí reunidos comenzaron a discutir mientras A preguntaba algunos detalles que quería saber de alguno de los Franciscos. Y en determinado punto habló el Francisco Indefinido:

- Yo soy quien tiene el impulso por aprender cosas, por dedicarme a hacer todo, por llenarme de actividades temporales y no comprometerme a largo plazo, aunque muchas veces soy refrenado en estos impulsos-

- ¿Cómo te sientes de que Francisco Negador y Francisco Evasivo sean aliados para que tú te detengas? - Pregunta A inquisitivamente.

- Pues me enoja –

- Me lo dices y no te creo – Replica A.

- Es que yo no sé qué hacer. La cuestión es que Negador, Evasivo y Estructural son como mis papás, como Pepe Grillo. Yo soy Pinocho, tengo una necesidad grande de hacer muchas cosas y confío en lo que ellos me dicen. Me puedo enojar porque no me dan un dulce antes de cenar, pero son cosas que puedo aceptar…-

En ese momento ya estábamos fuera del tiempo de la sesión… Entonces decidimos parar allí el ejercicio. En ese momento no sentí si salí más confundido o más claro del consultorio, me daban vuelta en la cabeza todos los Franciscos. Durante mi camino hacia el metro tuve una revelación: Pinocho no es un niño, es un proyecto de niño, por eso es que no puede ser reprimido y está dispuesto a hacer lo que sea para poder conseguir ese objetivo. Aunque el ser niño no sea un proyecto medianamente deseable, siendo criaturas irracionales y dependientes. Me pareció un poco falsa la situación en que terminó la sesión, porque sentí que A deseaba que Francisco Indefinido reclamara emocionalmente a todos los Franciscos la represión que sufría, pero ese no es el problema de Francisco Indefinido. Su problema consiste en que está dispuesto a hacer lo que sea y que todo le viene bien. Entonces le mandé un mensaje de texto a A: “Pinocho no es siquiera un niño de verdad”.

domingo, 8 de mayo de 2011

In Treatment (Sesión 6)



Semana de crisis generalizada, como es usual, comienza por ser una simple crisis económica que poco a poco comienza a afectar todos los otros elementos de la vida. Siempre que hay una crisis de este tipo es cuando regresa esa pregunta fundamental ¿Qué es lo que estoy haciendo de mi vida? Esta pregunta es la reacción a la clásica depresión donde una voz dice "no vale la pena haber trabajado tanto" ¿Son todos estos esfuerzos inútiles? Siempre me he resistido a pensar en mi mismo como un artista sacrificado, que deja todo por realizar su arte y que no le importa no recibir una retribución a cambio. No. No es lo que pretendo, me interesa recibir una retribución y me frustra no hacerlo, incluso me cuestiona el hecho de no estar recibiendo una retribución justa.

En la sesión de terapia desarrollamos otra metáfora (tal vez ese sea mi verdadero talento). Todos los problemas que veo siempre al rededor, léase mi reciente separación (o abandono), mi dificultad para socializar, los problemas propios de la producción de la obra de teatro, el proyecto nuevo en el que estoy participando, la exposición en Guadalajara. Todos estos factores siempre son buenos distractores que me ayudan a evadir la pregunta principal: ¿Qué es lo que vas a hacer de tu vida? Es momento de decidir, pero no se ve un gran panorama a simple vista. Es como estar a la deriva y los proyectos y problemas mencionados son como barcos que pasan, de los que me aferro con una y otra mano y eso me brinda una sensación de estabilidad, me aferro a los proyectos y a sus responsabilidades para tener certezas, saber que hay cosas que puedo hacer y desarrollar, pero finalmente son barcos que sé que son pasajeros, una vez agotada mi labor ahí soltaré la cuerda y quedaré nuevamente a la deriva, una vez agotados los recursos que el barco dejará entraré me aterrará nuevamente la misma pregunta.

En el horizonte y si giras trescientos sesenta grados sólo hay agua alrededor. Sé que existen opciones, pero todas ellas lucen como jaulas. Hay que renunciar a mucho para obtener algo.

Cuando decidí no dedicarme más al mundo académico y renunciar a lo que implicaba mi carrera de Letras Clásicas, de determinada manera yo sabía que iba en un barco que finalmente iría hacia una laguna donde todo quedaría estancado de la misma manera. Letras Clásicas no es una carrera donde exista un perfil claro sobre qué es lo que se espera de ti como un profesional; es decir, de un médico esperas que sin importar la circunstancia encuentre la manera de salvarte la vida, esa es su finalidad y su misión y para ello se hace de las herramientas necesarias, pero como clasicista no tienes una finalidad, además de que nunca obtienes un resultado concreto ni ningún producto, puedes escribir un tratado sobre asuntos que ya muchas personas han tratado y probablemente mejor que tú, aunque puedas desarrollar nuevas teorías nunca serán lo suficientemente concretas como para decir que una teoría es un producto... Lo que finalmente me sedujo de la edición de revistas, la fotografía y la producción es que al final del día tienes un producto terminado: una revista, una foto, un producto... Y ese producto pudo haber sido mejor o peor, pero está terminado, está ahí afuera. Puede ser criticado, puede ser amado u odiado, pero está ahí. Es un resultado concreto.

En busca de satisfacer esa necesidad de productos concretos es que decidí saltar del barco de las Letras Clásicas y nadar a la deriva, y han pasado ya varios barcos de los que me aferro por proyectos a la espera de un barco que me acerque a una bahía segura, o a la espera de poder fabricar mi propio barco y poder dirigirlo hacia algún lugar. La cuestión es que en este momento no sé qué tipo de barco espero, no sé qué tipo de barco es el que debería construir porque no sé hacia dónde me gustaría dirigirlo...

¿Qué es lo que me impide desarrollar una estrategia al respecto? ¿Cuáles son las opciones? El hecho de que vea como un gran peligro el adquirir un compromiso importante con alguna de las actividades que realizo, porque el comprometerme al 100% con una significaría renunciar a las otras o dejarlas en segundo término. También hay una cuestión de Justicia. Creo que ya he sembrado mucho en muchas tierras y que por justicia debo seguir sembrando en ellas para poder recoger sus frutos eventualmente… No puedo abandonar mis cosechas…

Platicando con S me dice muy sensatamente que todo lo veo en blanco y en negro, que debería relajar mis reglas para poder encontrar el aristotélico punto medio… Pero ¿cómo se hace eso? Es decir, el punto medio suena como una gran idea, la cuestión es poder renunciar a un sistema complejo de creencias en el que las cosas funcionan de una manera bastante determinada… (Sí, soy muy obstinado y tengo fe en mi sistema de creencias) ¿Cómo se hace para cambiar eso? ¿Cómo hacer para que ese blanco y negro se fundan en un lindo gris? ¿Cómo son los grises lindos? ¿Cómo deslindar el concepto de “mediocre” de ese deseado “punto medio”? ¿Cómo conservar este sistema de creencias sin quedar a la deriva para siempre?

Evidentemente hay que vencer el miedo al compromiso... Es el mismo problema… ¿Cómo comprometerte con algo en lo que no tienes al menos un par de certezas?