Εν αρχή ην ο Λόγος, και ο Λόγος ην προς τον Θεόν, και Θεός ην ο Λόγος es el resumen perfecto de la discusión en que terminó la sesión de terapia número 13. Comencé a divagar sin tener claro a qué punto quería llegar, lanzando anzuelos para ver si A los atrapaba y tuviéramos un punto de arranque; 1) El sueño de los muebles de la producción de la obra que me atacaban; 2) Ya querer darle la vuelta a la página a la situación de la obra y JR; 3) La película “Submarino” que me atrapó por la manera tan seca y cruda en que se desarrollan los personajes en ese melodrama Danés; 4) El drama masculino condicionado por los “got to be” del hombre.
En este momento A se desespera un poco y me dice --¿de qué quieres hablar? Has lanzado todos estos temas al aire y no has agarrado ninguno.—
--Estoy esperando que tomes alguno.—
A comienza nuevamente a hacerme notar mis reacciones corporales al momento en que hablo, cuando hablo de la presión que siento (reflejada en el sueño de los muebles) acerca de las cosas y el miedo a explotar de alguna mala manera (Reflejada en mi reflexión sobre la película) me señala que mi cuerpo se encorva. Entonces comenzamos a explorar posibles válvulas de escape.
Seguí hablando y hablando. Recordé que una de las grandes válvulas de escape que yo solía tener era el sexo intenso que tenía con JR, ahora me es difícil pensar en conformarme con sexo medianamente bueno y fingir que no he llegado a intensidades tales…
A cada paso que daba, A me interrumpía señalándome mi gestualidad, que si en este momento me brillaba el ojo, que si en aquél momento mi respiración se detenía, que si hablaba demasiado aceleradamente. Y a cada reacción que él me señalaba yo explicaba el origen del movimiento (tratando de seguir su juego). Entonces me detuvo. Me dijo que mis explicaciones no dejaban fluir la reacción física que estaba teniendo.
--Sólo te pido que identifiques, seas consciente, “caches” el momento en el que comienzas a explicar, y no lo hagas.--
Yo le dije que para mí era necesario hacer ese proceso ¿no es eso para lo que estamos aquí? ¿Para verbalizar una cosa que no tenemos bien identificada y mediante la palabra darle un orden e integrarla de una manera coherente dentro del discurso que se llama Francisco?
Me explicó que no le estaba dando oportunidad a mi cuerpo de vivir sus reacciones. Eso no me daba sentido en absoluto. Si justamente estoy verbalizándolas para darle un sentido a sus reacciones y a sus sensaciones… Las explico porque al explicarlas las comprendo.
--¿Cómo está tu cuerpo en este momento?—
-- Tengo una gran tensión en la espalda y me duele la cabeza.—
Seguí hablando y explicando, obviamente, mis sensaciones. Después de una pelea de términos me dice nuevamente que me haga consciente de cuándo me pongo a explicar.
- ¡Es que soy consciente de que estoy explicando, es lo único que hago aquí, explicar y explicar! ¿Cómo puedo hacerme más consciente de lo que estoy haciendo? ¿Qué se supone que haga con ello? ¿Sorprenderme en el acto de explicar implica que me debo reprender? ¿Me debo felicitar? ¿Me debo detener?
- Lo que te estoy pidiendo es una cuestión “Meta”. Hazte conciente de lo que estás haciendo con esa explicación.
- Creo que usamos la palabra “Meta” como si fuera una suerte de palabra mágica que nos libera de las restricciones que tiene la materia en cuestión. “Para hablar sobre el lenguaje vamos a utilizar el metalenguaje, entonces como estoy utilizando el metalenguaje puedo vivir la ficción de que no estoy sometido a las reglas del lenguaje porque lo estoy viendo desde afuera” FALSO. Nunca se sale uno del lenguaje incluso con la palabra mágica “Meta”. Así como tampoco puedo salirme de la conciencia utilizando una supuesta “metaconsciencia” para poder concientizarme de las cosas que soy consciente. Además, si de lo que se trata es de que me ponga en contacto con mis emociones y que no les ponga una explicación de por medio para que las sienta de una manera más pura, porque las estoy mediando por una explicación, no tendría ningún sentido llevar esto a un “metanivel” que me alejaría muchísimo más de la emoción en su estado “puro”.—
- ¿Cómo te sientes en este momento?—
- Pues mientras te estaba explicando toda la presión en los hombros y el dolor de espalda se fue menguando, es como si al explicar las cosas tuviera una especie de placebo que me da una tranquilidad muy grande.—
- Pero es un placebo.
- Tal vez lo sea, pero me da mucho placer.—
Entonces comenzamos a hablar otra vez sobre las sensaciones corporales y A seguía hablándome sobre la concientización de las emociones y los reflejos corporales. Me señaló que en algunos momentos durante la conversación se me habían llenado los ojos de lágrimas y que no había dejado fluir nada de eso. Me dijo que la explicación no ayudaba para el proceso.
Entonces es cuando todo se me vino abajo. Y comencé a decirle que el colocar a la explicación como una cosa negativa para el proceso era algo que yo no podía concebir. Discutimos sobre si era positiva o negativa. Todas sus implicaciones parecieron ante mí como negativas aunque A aseguraba que no.
Incluso concebir eso va en contra de mi sistema de creencias en un sentido casi religioso. Creo en la palabra, mi cuerpo es sólo una palabra que a la que yo le doy un sentido. Todo esto parte de la premisa de que las palabras devienen en mundo y no a la inversa. Al identificar algo en mí, lo primero que hago es nombrarlo para darle un sentido dentro de mi cuerpo y dentro de la existencia. (Sé que suena muy paranóico).
Entonces, de alguna manera, A me indujo a llegar a la conclusión de que mi cuerpo, preexistente a todo nombramiento, se revelaba a ese sistema en el que yo lo estaba encasillando, y que exigía por medio del dolor físico, el cansancio, el agobio y demás sensaciones una atención diferente. Y que era clarísimo, por los desfogues que había mencionado antes. Incluso la separación de Franciscos y el darle oportunidad a uno para que llore viendo películas no es suficiente para mi cuerpo.
Esa idea me resultó devastadora. Entré en una especie de estado de negación. Donde repetía constantemente y cada vez más enojado que eso no podía ser.
--Es como si le enseñaras a un Testigo de Jehová las pruebas más contundentes de que existió el Big bang y él te habla de creacionismo. Y te cita el génesis una y otra vez hasta que se enoja y se va.—
--¿Estás enojado?—
-- No estoy enojado contigo, estoy enojado por concebir estas ideas. Además tú ni siquiera lo planteas en los términos en los que yo llego a tales conclusiones.—
--¿Y eso también te enoja?—
-- No.—(Aunque era evidente que eso era lo que más me enojaba y evidentemente la sensación de que el sistema se tambaleaba de raíz).
¿Por qué demonios no funciona el sistema? Comencé a decirle que se ocasiona un “loop” en el sistema cuando las sensaciones son tan abrumadoras que no pueden ordenarse mediante la explicación y afectan al sistema y lo hacen cuestionarse a sí mismo. Todas las cosas de las que hemos hablado antes. El hecho de que yo funciono con reglas estructuradas, que entro en crisis cuando la realidad no se adapta a las reglas que se suponen que deberían dentro de mi sistema de reglas. YO CREO EN LA FUERZA ORDENADORA DE LAS PALABRAS. Todas esas cosas que hemos hablado antes tienen que funcionar. Si todo este tiempo me he sentido en una olla de presión a punto de explotar y con el miedo de explotar de una mala manera, el hecho de que la olla sea el sistema mismo es devastadora (En este punto debo admitir que se me quebró la voz un poco).
--¿Por qué te afecta tanto?—
--Porque si el problema es ese, entonces la mayoría de las cosas que he hecho en la vida no tienen el menor sentido.—
Me fui del consultorio pensando: En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y Dios era el Verbo…