martes, 27 de septiembre de 2011

In Treatment Segunda Temporada.


Tengo una gran deuda con mis supuestos lectores porque no he escrito aquí en un buen tiempo. Ya ni siquiera estoy seguro de cuál es la sesión en que debería poner de haber respetado la continuidad, tampoco me he hecho más autorretratos en este tiempo, y siempre son un buen pretexto para realizar este ejercicio pre y post terapia.

Contaré grosso modo lo ocurrido desde el último post.

a) Después de conocer a B resultó que lo gratuito de su propuesta no era tan gratuito, le molestaba terriblemente que fumara, por alguna especie de enfermedad crónica que le hacía intolerable el humo del cigarro. Traté de buscar la justificación precisa para dejar de fumar por mí mismo y no por él. A final de cuentas reduje la cantidad de cigarros pero no lo dejé. También terminé con B. Pero el cigarro no fue la causa, sino que él iba a estar viajando durante mucho tiempo, y, al parecer, volvería a verlo hasta febrero por dos días... Entonces consideré que era mejor terminar e intentarlo después cuando las circunstancias nos fueran más propicias. Por lo tanto volví a fumar de manera regular. Finalmente si la promesa de una relación exitosa no estaba al final del camino, no valía la pena seguir torturándome con esa abstinencia (ni con ninguna otra).

A partir de ahí la terapia se convirtió en algo más intimista. Y en realidad esa fue otra de las razones por las que no había escrito aquí. Porque llegamos a tratar temas que me son muy complicados de asumir, pero puesto que este blog fue planteado desde un principio como un ejercicio de honestidad pública, pues intentaré proseguir (hasta el punto en que mis reticencias más inconscientes me lo permitan).

b) Ciertamente me deprimió un poco la ruptura con B., pero no fue muy grave, fue una desilusión que ya había anticipado, incluso antes de comenzar. Después de eso comenzó a brillar fuertemente el panorama con un trabajo que hasta el día de hoy no se ha concretado, no por irresponsabilidad mía, sino por falta de seriedad de las personas que me contrataron. Me esperancé a esa entrada económica y me comprometí a muchas otras cosas con las que fallé.

Como es usual en esas circunstancias (que no son poco comunes) me cuestioné sobre la utilidad de lo que hago, y entré en un ciclo en el que no podía tomar casi ninguna decisión. Incluso me era muy difícil levantarme y ponerme en acción.

Sé que cuando una cosa así ocurre siempre ocurre un milagro, como un Deus ex machina que viene a salvarme. Y si creo eso es porque la experiencia me respalda.
Entonces me cuestioné esa estructura en terapia ¿por qué no tomo la responsabilidad sobre esas necesidades que me aquejan? ¿Por qué siempre esperar una solución mágica?
De alguna manera tengo una gran reticencia a sentirme necesitado, y más que sentirme necesitado a proyectarme como necesitado. En ese momento decidí nuevamente no tomar ninguna acción y seguir esperando una solución mágica. Aunque A me ofreció explorar otras opciones, decidí no hacerlo, porque mientras más se prolongara esta situación y mientras más me mantuviera en esa postura, la solución mágica continuaría con su denominación de magia.

c) Es un problema de autoimagen. Me gusta mantener el estatus de independiente y autosuficiente. El personaje que me he esforzado en construir durante toda mi vida funciona bajo ciertas normas y paradigmas. Es una especie de Charlie Brown al que no se le puede plantear dentro de su estructura narrativa una cosa como golpear a su perro o ser excesivamente vanidoso. Es algo que está fuera de su construcción como personaje. Mi personaje es autosuficiente y todopoderoso, y por ello mismo es merecedor de todas las providencias que llegan. Lo único que necesita hacer es lanzar anzuelos en varias partes para que el milagro caiga. Hasta ahí llega su capacidad de acción.

Entonces me pregunté cuáles son los casos en los que efectivamente he actuado. Y es algo que ocurre frecuentemente y donde tomo acciones hasta sus últimas consecuencias: Cuando hago un berrinche.

Entendamos por berrinche el encontrar una resolución absoluta, definitiva e incuestionable sobre algún aspecto de mi vida. El berrinche llega en momentos de crisis extrema. Por ejemplo cuando decidí abandonar la primer revista donde trabajé, cuando decidí salir de Durango, cuando decidí que si me inculparon de robo en un trabajo era mejor que me encarcelaran (cosa que nunca ocurrió, pero yo estaba decidido a asumir esa decisión con todas sus consecuencias), cuando decidí no seguir haciendo teatro, cuando decidí cortar definitivamente toda relación con JR. Cuando decidí lanzar mi propio proyecto editorial porque había sido víctima de un mitómano.
Entonces, mirando esas y otras decisiones vitales, todas ellas se debían a un berrinche. Era como si nunca hubiera tomado una decisión realmente meditada, pensada y mesurada, con la mente clara. Todas las decisiones importantes que me han marcado se deben a ese principio irracional (que después encuentra sus respectivas justificaciones). En esta temporada, no sabía bien si deseaba tener un berrinche respecto a mi vida, para finalmente decidir algo. Pero finalmente desistí, porque no creo estar en la posición de tomar decisiones vitales ahora.

d) Escuché de P la teoría de que tanto ella como yo somos narcisistas, entonces mi cabeza comenzó a elucubrar muchas cosas. Siendo narcisistas se supone que de alguna manera estamos o de satisfacer las exigencias de padres demandantes, o bien, tratando de llamar la atención de padres indiferentes. Entonces parece que no podemos amarnos a nosotros mismos sino a través de espejos, que son los otros. Es decir, en la medida en que somos valorados por el otro es como nos otrogamos el valor. Esto tiene sentido para mí. En primer lugar porque, como ya he comentado, mi madre estaba demasiado metida en sí misma y los problemas de manutención que la atención, el reconocimiento y las estrellitas en la frente las recibía de la escuela y los maestros. También establezco parámetros muy altos en los que debo de encajar, y cuando no lo logro eso me genera frustración, y me genera una incomodidad terrible el hecho de que se me confronte o se cuestionen mis habilidades. En terapia traté este punto. Y A no está de acuerdo con la teoría del narcisismo, si bien, dice que tengo rasgos narcisistas no soy un narcisista clínico en todo el sentido de la palabra, pero mientras más leo al respecto más me identifico con el perfil. Lo que me parece preocupante, es que en los escritos teóricos que he encontrado al respecto, hablan de maneras de lidiar con los narcisistas, de tolerarlos y de evitarlos. Pero no viene ninguna clase de "tratamiento" en el que se ofrezcan opciones a los narcisistas para satisfacer sus necesidades o al menos encontrarles algún placebo. Es decir, al parecer, la ciencia psicológica sólo considera que los narcisistas necesita(mos) estar en terapia para ser el centro de atención de nuestro terapeuta y lloriquear por nosotros mismos... Simplista la dicha ciencia, como en muchos otros casos...